Se cumple un año de la última invasión rusa en Ucrania que desembocó en guerra abierta. Antes, desde 2014, Rusia desestabilizó y desmembró parte del territorio ucranio, alentando la secesión del Dombás y anexionándose la península de Crimea. El germen brutal del conflicto actual ya existía desde hace 10 años y desangró el este de Ucrania con casi quince mil muertos antes de la invasión rusa. El mundo libre occidental apoyó al gobierno ucranio frente al separatismo prorruso de las autodenominadas repúblicas del Donetsk y de Lugansk, pero ninguna alternativa seria detuvo el impulso ruso que concretó el comienzo de la guerra de hoy. La verbalización de la crítica y el repudio al régimen de Vladimir Putin no resulta suficiente. El envío de armas a Ucrania es importante, sin duda, como lo es también la fijación de sanciones económicas que procuren aislar a Rusia, pero se revelarán igualmente insuficientes si solo se definen con un perfil defensivo, para que Ucrania aguante, no para que Ucrania gane. Para que esto ocurra, para que gane la guerra Ucrania y la pierda Rusia, hace falta más.

Europa, Estados Unidos, la OTAN, el mundo libre occidental no pueden aspirar solo a una victoria por resistencia. El coste en vidas humanas, en términos de destrucción de un país, y las bases de una posible negociación que haga pensar a Rusia que le ha merecido la pena la agresión, incluso a pesar de no vencer, se haría insoportable. Putin es un líder en su ocaso vital y político, pero esperar que la biología haga su trabajo y, entonces, la eventual desaparición física de Putin de la escena geopolítica resuelva una situación que ha generado todo un gobierno que, con Putin o sin Putin, concentra todo el poder en Rusia, es demasiado aventurado. La resistencia ucrania, ejemplar y sorprendente, conteniendo a un ejército enorme con posibilidades técnicas y tácticas exponencialmente mayores que las suyas, es una de las hazañas que deberán tener un hueco en las páginas de la Historia militar, pero solo la resistencia no vence, la resistencia resiste.

A pesar de la desigualdad manifiesta de los contendientes, que Ucrania siga en pie, con todas las dificultades que vemos a diario, es realmente admirable. Ese valor y determinación, menos presente en las tropas rusas, es el que me llevó a afirmar que Ucrania está ganando la guerra militar y ya ha ganado, esto sin ningún género de dudas, la mediática y de imagen. Lo sigo pensando: creo que Ucrania ganará, además de que mi deseo sea coincidente. Para mi deseo, el de la victoria, quizás deba contener el impulso de anhelar una derrota militar completa de Rusia que tenga el alcance de responsabilidad que merece, pero, aunque se mitigue el alcance porque convenga y guardemos la esperanza de que un nuevo gobierno ruso sirva para construir el futuro, con este gobierno sátrapa ruso, o existe su derrota o los derrotados seremos nosotros, no solo Ucrania.

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