Cambio de sentido
Carmen Camacho
Zona de alcanfort
Han pasado ya unos años desde mi último artículo en un periódico. Los avatares de la profesión me llevaron lejos y se me hacía difícil hablar de aquí, no estando. Pero, como en el viejo tango, llegó el momento de volver. Tras un tiempo de descuento, por esas duras e inevitables despedidas que tiene la vida y los necesarios acoples vitales, retomo la opinión desde esta esquina que generosamente me acoge desde hoy. Vaya por delante, y a título de prólogo, que lo hago con la misma ilusión y las mismas ganas de siempre, sin más soporte que la pasión por un oficio al que llevo dedicándome toda mi vida, en distintos medios y lugares. La moral continúa milagrosamente intacta y la mirada limpia y alerta, para no perder de vista la esencia de lo que ocurre ni aquellos pequeños detalles que marcan la diferencia en lo que acontece. Salgo de nuevo al ruedo público a lidiar, como siempre, todos los encastes y aunque no estamos ya para muchas portagayolas sigo administrando bien, con el debido tiento y respeto, la valentía prudente. Vuelvo con los oídos curados de espanto de tanta vocinglería barata y la agenda libre de todólogos de mercadillo. Sigo distinguiendo lo falso de lo postizo y aborreciendo profundamente a esa eterna plaga de corchos que, aunque cambiaron de collar, siguen igual de flotantes. Sé de lo que sé, que no es de todo ni mucho, y agradezco seguir cada día aprendiendo. Aviso que continúo con los mismos dolores, a saber: esta Andalucía nuestra, a la que le sigue faltando orgullo y sobrando pose; la defensa acérrima del acento que nos identifica; la vergüenza torera y solidaria para estar siempre al lado de los que más pierden y, en los últimos años, la obsesión por pasar el testigo del oficio a una nueva generación de plumillas que crean de verdad que pueden transformar el mundo y sepan, además, contarlo. Traigo, cómo no, redoblada -y renovada- la lucha por la igualdad, el imprescindible aliento feminista sin el que las mujeres de mi generación no seríamos las que somos. Continúo sin tragar a los de siempre (abusones, fariseos de espíritu y de facto, pesebreros, nadies que se creen algo…, ya saben de qué fauna les hablo) y mantengo intacta la esperanza en mi gente, léase en un país dialogante, sensato, sin complejos ni sectarismos trasnochados. Y voy apurando. Dichas ya las intenciones, y desde dónde les hablo, espero verles por esta esquina los viernes. Hoy, por cierto, es de Dolores y andamos las Lolas, de santo. Feliciten a las que conozcan: detallazo.
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