En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Vergüenza con mayúsculas

Vergüenza ajena con mayúsculas es lo que he sentido con el espectáculo lamentable dado por nuestros políticos en la sesión de investidura que ha concluido con el socialista Pedro Sánchez como presidente de la 14 legislatura de la democracia. Un resultado que guste más o menos a unos o a otros es totalmente democrático, vaya por delante y asúmanlo ya. Y más VERGÜENZA ajena con mayúsculas he sentido aún cuando he leído comentarios en redes sociales de personas que conozco defendiendo tanto a la izquierda como a la izquierda con un radicalismo hoolligan de esos que son el prólogo de comportamientos violentos. Ya se sabe, en las redes hasta el que parece más recatado suele ser de gatillo fácil...Padre, perdónalos porque no saben lo que dicen. He sentido VERGÜENZA ajena con mayúsculas al ver cómo seguimos sin aprender, cómo en nombre de la izquierda o de la derecha nos deshumanizamos cegándonos aborregados con los argumentos y discursos del líder de turno -que a veces no se los cree ni él mismo, pero que es el que toca en ese momento-, convirtiéndonos en más papistas que el Papa caiga quien caiga, y pegándonos -mientras solo sea dialécticamente- con quien haga falta con tal de defender esas tesis que predica el líder aunque no tengamos ni idea al cien por cien de qué va la cosa. Es ley de vida, los primeros que se parten la cara en el tablero son los peones protegiendo a un más que sobreprotegido rey de blancas o de negras -izquierda o derecha, según gusten-.

Y mientras he sentido esa VERGÜENZA ajena con mayúsculas he recordado el ejemplo de mi padre. Fue un niño de la Guerra a cuyo padre mataron, cuando él solo tenía cinco años, el 15 de agosto de 1936; ese hecho le marcó de por vida y también a su madre -que contaba 35-, a su hermana -de nueve- y a su hermano -de apenas un año-. Él y sus hermanos crecieron escuchando que a su padre, cuyo cadáver es uno de los muchos que aún siguen en las cunetas, lo habían matado "los de izquierdas", cuando no fue del todo así, sino que lo que acabó con él fue la ignorancia y el analfabetismo de quien se radicaliza hasta el punto de deshumanizarse. Él, al contrario que su hermana, que llegó a demonizar por el asesinato a todo lo que oliera a comunista, no fue víctima de esa catequización franquista que iba sumando menores a su causa vistiéndolos con la camisa azul. Cuando llegó la democracia haciendo carne esa catequización lo más fácil hubiera sido comulgar con Fuerza Nueva o con la Alianza Popular del exministro del Régimen Manuel Fraga. Pero no, él defendía un centro conciliador y se afilió a la UCD, el partido liderado por su ídolo político, Adolfo Suárez, y al sindicato comunista CCOO. Jamás le escuché ni una sola palabra ni le vi un solo gesto en contra del resto de fuerzas políticas. Lo suyo era un RESPETO que ahora echo de menos.

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