El viernes, en medio de la vorágine hicimos una inusual parada. Unas horas bien invertidas, maravillosamente acompañado, frente del Mosaico de las Cuatro Estaciones. Las división de los años. Puede que cada año de forma menos definida debido a este cambio climático. La temática a la que Vivaldi puso música en el barroco, supone un esfuerzo por estructurar el paso del tiempo de una forma más o menos explicable. La agricultura y su iconografía acompaña a los personajes. El olivo, la hoz y la espiga de trigo, la vid y el otoño resuelto el resto del día en forma de copa de vino. En la primera cuadrícula, un espejo en una mano al que no pude evitar asomarme. Comprendí de nuevo que las estaciones son también representativas de las etapas de la vida. Cada una compuesta por miles de teselas, de momentos. Y ese era bueno. Debe ser la cercanía de la Navidad donde parece obligado pasar estado de revista al corazón.

Al igual que la vida, un país, una ciudad, es también un mosaico. Sus ciudadanos, miles de teselas, diversas en colores y formas pero que cobran sentido dentro de un conjunto. A su vez, la composición resulta incompleta incomprensible, sin cada una de sus piezas. Así, cada proceso electoral es también el comienzo de un nuevo mosaico. Se desordenan las piezas y vuelven a situarse dando lugar a cámaras multicolores donde predominan por elección corporativa el rojo, el azul, el naranja y el morado.

El otro día leí que Puigdemont afirmaba que en España el color amarillo es delictivo. Sabe bien que no es cierto. Como cualquier color debe convivir con el resto de colores porque nuestras realidades complejas están compuestas de diferencias. Un mosaico totalmente amarillo además de aburrido no sería representativo de un pueblo o un territorio. Un color no puede, ni debe, representar la negación del otro. Las urnas, las de verdad, representan un ejercicio de creación cromática de la que nace el mosaico completo. La obra final, la voluntad general, en el sentido rousseauniano. En este caso, si aceptásemos que el amarillo representa las opciones rupturistas debe ser capaz de relacionarse con el resto de colores. Como en los hermosos mosaicos del Parque Güell. En la iconografía su conjugación con el rojo da lugar a la señera que paradójicamente coincide con los colores de la bandera española.

En la Península Ibérica se conocen 46 mosaicos sobre las estaciones. Éste ha vuelto a casa, al lugar donde fue hallado, pueden contemplarlo en el Archivo Histórico Provincial, en la calle Pompeyos. No se lo pierdan.

https://youtu.be/oqpFCueZBaI

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios