Tribuna
Raquel Montenegro
Lo que esconden los despachos
Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia..
Esta hermosa oración fue escrita por el teólogo y politólogo estadounidense Reinhold Niebuhr en mil novecientos cuarenta y tres. Las palabras tienen un significado especial para aquellos que están "buscando paz" en tiempos de agitación, desesperación o incertidumbre en sus vidas. Esta oración ha sido asociada con los programas de doce pasos ofreciendo fortaleza y calma mientras se persigue una vida más estable. La verdad es que cada vez que la leo o la comparto en mis cursos es como si se abrieran puertas a varios espacios de posibilidad.
Primeramente es la ley: pedid y se os dará. No tanto si es Dios o no quien tiene que dar aquello que deseas, pero sí que aquello que deseamos debe de ser pedido, es decir "hablado", "expresado verbalmente", pues todo cuanto existe es fruto de una conversación. No podría haberse creado absolutamente nada en este mundo si no hubiera existido una conversación previa a su existencia.
Pedir debe de ser de una manera específica, pues nuestro cerebro no entiende de pedidos ambiguos o inespecíficos. De esta manera no podemos pedir por ejemplo una trabajo, una pareja, ser feliz o tener amigos. Cuanto más especifico mejor, pues es la única manera de que nuestro sistema activador reticular se ponga "manos a la obra" en busca de ver, escuchar y sentir los momentos oportunos para acercarnos a esto que estamos pidiendo.
Por otro lado, cuando declaramos desear serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar, estamos diciendo por ejemplo: el pasado, la situación en la que nací y los hechos ya ocurridos. A veces queremos cambiar lo que no se puede y no somos conscientes que es mas fácil cambiar la manera en que miramos esto. La serenidad tiene que ver con ser sereno, que a su vez, es aquella persona que vive despejada de nubes o nieblas y que es apacible, sosegado, sin turbación física o moral. De otra manera, es esa persona que ha aceptado e integrado el hecho que ocurrió como experiencia vital.
Cuando hablamos de tener valor para cambiar aquellas que sí puedo, estamos hablando de nuestras creencias, explicaciones e interpretaciones de las cosas. Es evidente que las creencias si podemos y debemos cambiarlas, sobre todo aquellas que nos limitan como personas. Todas esas ideas que tenemos acerca de nosotros mismos que no dejan aflorar tu esencia real. También podemos aceptar cambiar el dar explicaciones, que es algo que tiene que ver con defender la imagen. Por ejemplo, llegar tarde a un lugar y no sólo no avisar, sino dedicar unos minutos a explicar porque has llegado tarde es absurdo, y esto sí que podemos cambiarlo.
El valor o la valentía no implican ausencia de miedo, sino más bien al contrario, puesto que el valor es la capacidad para hacer lo que tienes que hacer a pesar de tener miedo. Es entender que hay que hacerlo y armarse de la estrategia y las herramientas necesarias para proceder. Por supuesto es clave asimilar el hecho de que ese miedo que está ahí, es un aliado para ti a la hora de tener ese valor para atreverse a cambiar lo que quieres cambiar.
Las personas somos los principales boicoteadores de nosotros mismos y es bueno pararse a pensar qué necesito cambiar, tanto en cosas que debo de incorporar, como en cosas que debo quitar porque me estorban.
Y sabiduría para reconocer la diferencia, fundamentalmente ver esa diferencia entre hechos e interpretaciones, entre fenómenos y explicaciones. No saber identificar estas diferencias son, en parte, las causantes de parte de nuestro sufrimiento y es lo único que puedo modificar.
La sabiduría nos da un mayor entendimiento y una mejor perspectiva de las situaciones. En realidad, una persona sabia es una persona con el sentido común desarrollado, pero llegar hasta aquí cuesta. Hace poco una señora de unos setenta años y tras acabar un curso de más de veinte horas sobre Coaching me decía: "esto es puro sentido común, pero puesto en orden". Qué verdad tan grande, y me decía que bueno que ahora podéis poner en orden lo que yo he tardado setenta años en entender.
Sabiduría no viene de saber sino de saborear. ¿Quieres ser más sabio? aprende a saborear más las cosas que no vas a poder cambiar y a saborear los cambios, deseándolos y disfrutándolos.
La próxima vez que estés ante algo que no te guste pregúntate: ¿Lo puedo cambiar? si la respuesta es no, intégralo; si la respuesta es sí, cámbialo; y en cualquiera de los casos... saboréalo.
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