Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

SUPERANDO EL TEST DE BECHDEL

Hay géneros que no podrían cumplir el test por razones más que obvias; por ejemplo, el bélico

Esta semana me he enterado de la existencia del Test de Bechdel, un método para evaluar lo que se conoce como brecha de género, tanto en el cine como en series, cómics, obras de teatro, etc. El origen de esta prueba de fuego del feminismo está una tira cómica, The rule, publicada por Alison Bechdel dentro de su obra Dykes To Watch Out ForUnas lesbianas de cuidado– en la que una de las protagonistas proclama que sólo iría a ver una película que contara con más de dos personajes femeninos, que además, hablaran entre ellas y que el asunto principal de su conversación no se refiriera a los hombres. Infinidad de obras maestras del cine o del teatro no pasan el test. Sea el Julio César de Shakespeare, las adaptaciones del Quijote, Casablanca, Ciudadano Kane, El Padrino o cualquier obra del maestro Ford, con la segura excepción del magnífico broche de oro a su carrera que es Siete mujeres. Por no recordar que hay géneros que no podrían cumplir el test por razones más que obvias; por ejemplo, el bélico, si quiere ser mínimamente fiel a la realidad histórica aunque todos conozcamos situaciones excepcionales más de una vez llevadas a la gran pantalla.

El test, que no parece ser más que una curiosidad para analizar cualitativamente una obra artística o decidir qué queremos ver, no debería tener mayor trascendencia. Pensemos que podríamos idear pruebas similares para analizar la presencia de cualquier grupo humano en el cine o el teatro. Se trate de discriminar por edad –ancianos o niños–, raza –negros, orientales, etc.–, complexión –gordos y flacos o altos y bajos– o cualquier otra circunstancia. Y también, y esto me parece infinitamente más importante, que cualquier limitación apriorística que nos impongamos en el disfrute del arte representa una absoluta mutilación de nuestra capacidad de aprendizaje.

Sin embargo, desde ciertos ámbitos, el Test de Bechdel se está convirtiendo en una especie de ordalía inquisitorial que suspende ad aeternum una creación artística, únicamente por no cumplir sus exigencias. Y, lo que es mucho peor, sea cual sea su calidad artística. El arte, nos guste o no su autor o las premisas desde la que crea, es el alma de una sociedad vibrante, abierta y libre, que nos ayuda a definir quiénes somos y nos permite ver el mundo a través de la mirada de otros e independientemente de cualquier exigencia previa nos enriquece como personas.

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