Pesimismo

La lucha contra el cambio climático que ha emprendido la UE en solitario tendrá consecuencias muy duras

Hay gente optimista por naturaleza -y la envidio-, pero en estos momentos resulta muy difícil ser optimista. Cuando veo a mis hijos encerrados en su cuarto, preparando sus exámenes, me pregunto de qué les servirá lo que han aprendido y en qué mundo van a poder hacer valer sus conocimientos. La Unión Europea parece corroída por un sentimiento de culpa irreprimible -culpa por su pasado, culpa por su presente, culpa incluso por su futuro-, y cada vez está tomando decisiones más incomprensibles que tarde o temprano culminarán en una especie de suicidio asistido. Su política de lucha contra el cambio climático, por ejemplo, sólo puede entenderse como una apuesta que empobrecerá a la población y que la dejará indefensa económicamente ante los países que no van a alterar en absoluto su economía: China, sobre todo, pero también Marruecos o la India o las potencias emergentes de Oriente. La Unión Europea contamina mucho menos que el resto del mundo, pero ha asumido la lucha en solitario contra el cambio climático, y esa lucha tendrá consecuencias muy duras para la población. La energía será mucho más cara -ya lo es-, y esos costes pondrán en graves aprietos a las empresas y a los ciudadanos. Habrá más paro, más cierres de empresas, más impuestos y más descontento social. Y mientras tanto, China y los demás países emergentes se estarán frotando las manos esperando repartirse nuestros despojos. Y para estos países -convendría no olvidarlo-, la democracia representativa o el respeto a los derechos humanos son cuestiones de segundo orden que en realidad no importan nada.

Y en cuanto a España, si es que todavía podemos usar este nombre, las cosas se presentan mucho peor. Las élites extractivas que nos gobiernan van a llevar a cabo uno de los mayores saqueos de fondos públicos que se hayan visto jamás en la historia contemporánea -un saqueo que sólo favorecerá a los más ricos-, pero nadie parece dispuesto a dar la voz de alarma. Y aparte de esto, está claro que vamos hacia un desmontaje de la Constitución del 78 que favorecerá a las comunidades ricas y empobrecerá a las pobres, cosa que por lo visto no preocupa a nuestros artistas y escritores.

Todo pinta mal. Pero empieza el verano, y pronto nos quitaremos las mascarillas, y llegarán las vacaciones, y ya nadie se acordará de nada. Y a vivir, que son dos días.

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