Patriotismo y economía

La marcha de Ferrovial es una mala noticia para el presidente Sánchez, pero sobre todo para España

No termino de entender la indisimulada alegría con la que algunos han saludado la decisión de la compañía Ferrovial de trasladar su domicilio social desde España a los Países Bajos, por mucho que en dicha decisión haya pesado más o menos (a mí me da la impresión, sin entrar en profundidades que desconozco, que un poco menos) la inconsciencia adolescente con que se manejan ciertas integrantes de la parte morada de la coalición gubernamental y esa pulsión trasnochada de la izquierda radical contra todo lo que huela a moqueta y Christian Dior. Por muy nocivo que sea el Gobierno que padecemos, la noticia de la marcha de una compañía de las consideradas de bandera, y más a un país de la Unión Europea, es siempre una mala noticia, para el presidente Sánchez en estos tiempos electorales, pero sobre todo para España, que es lo que verdaderamente debe importar.

Más sensata me parece la respuesta dura pero sosegada de la ministra de Economía, a quien tampoco ayudan las declaraciones en cadena de sus compañeros, empezando por la reacción impresentable y demagoga del propio presidente, personalizando la cuestión hasta extremos rayanos en el escrache, y que al contrario de lo que pretendían no han conseguido otra cosa que trasladar a la opinión pública una corriente de simpatía hacia la compañía y sus gestores. Nadie les podrá echar en cara, desde luego, que el coste de oportunidad no ha estado bien gestionado. Pero por muchas razones que se quieran exponer, esta huida empresarial tiene su fundamento sobre todo en razones de fiscalidad, comprensibles desde la óptica del mejor valor de la acción en el mercado y la consiguiente eficiencia en la retribución del accionista, pero no tanto desde la perspectiva de la lealtad que los agentes económicos deben al país, o lo que es lo mismo, a la sociedad en la que están integrados.

Que una sociedad mercantil con más de setenta años de historia, protagonista importante del desarrollo del país en cuanto hacedor de buena parte de sus infraestructuras, por muy multinacional que sea, decida dejar de tributar en su tierra (la nacionalidad, a veces se olvida, es una nota identificativa también de las sociedades mercantiles) porque no se encuentra cómoda con un Gobierno al que le queda un cuarto de hora, debería ser un serio toque de atención para lo que nos puede venir cuando con la mayor naturalidad el patriotismo se deja llevar por el dinero.

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