Crónica Personal

Somos OTAN

España no podía jugar al tancredismo. Pero a Sánchez se le abre una nueva vía de agua en su Gobierno

Por mucho que reviente a parte del Gobierno, España forma parte de la OTAN. Su presidente además presume de atlantismo, se implicó personalmente en la organización de la cumbre madrileña de hace unos meses, en sus discursos se muestra inequívocamente defensor de los principios de la Alianza Atlántica e incluso hubo un tiempo en el que acarició la idea de sustituir a Stoltenberg si se lo hubieran propuesto.

El anuncio de la ministra de Defensa de que enviaremos seis Leopard a Ucrania no puede sorprender a nadie, porque desde el inicio de la guerra España se alineó con Ucrania y Zelenski -la parte podemita del Gobierno no, se siente más próxima a Rusia y a Putin-, ha enviado material militar y ayuda humanitaria -lo primero en contra del criterio de Podemos-, y ha recibido a miembros del Ejército ucraniano en centros militares españoles en los que reciben formación para utilizar el armamento del que disponen en esta guerra contra Rusia, incluidos los Leopard. Somos uno más de los miembros de la OTAN que ha dado un paso al frente para cooperar con un país que ha visto cómo parte de su territorio ha sido invadido ilegalmente por Rusia -Donbás y Crimea- en el año 2014 y que hace ahora un año fue más lejos y se adentro aún más en la frontera Ucraniana con el objetivo de hacerse con la capital, Kiev.

La OTAN no podía quedarse cruzada de brazos y España, por tanto, tampoco. Esto no va de pacifismo o belicismo, de sí a la guerra o no a la guerra, sino que de cumplir los compromisos que se firman, que es lo que da credibilidad a un país. Y va sobre todo de que no se puede permitir que un país actúe como los bárbaros, cruce fronteras y se anexione territorios dejando atrás un reguero de destrucción y cadáveres, gran parte civiles.

Rusia es una potencia militar, pero para impedir que actúe con la soberbia e imponga su ley nació la OTAN, que tuvo enfrente a los países del Pacto de Varsovia. Algunos, que alcanzaron la democracia una vez desarticulada la URSS, pidieron el ingreso en la Alianza Atlántica. Ucrania, por ejemplo. Fue lo que provocó la ira del Kremlin y las desgracias posteriores, que culminaron en la agresión del ejército ruso hace ahora un año.

Se pensó que sería una guerra breve y con un claro vencedor: Ucrania, víctima del afán conquistador de Putin. No está siendo así. Ucrania resiste, su presidente se ha convertido en una figura internacional, y su población es considerada heroica por la entereza con la que se enfrenta a tan poderoso enemigo. España, como miembro de la OTAN y como país europeo y democrático, no podía jugar al tancredismo. Pero a Sánchez se le abre una nueva vía de agua en su Gobierno.

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