Tacho Rufino

¡Niños, al cole!

Gafas de cerca

Aunque nuestra política es anormal, muchos dan gracias por volver a la normalidad; adiós, Reyes; hola, roncha

07 de enero 2020 - 02:35

Apostaría a que usted no es capaz de recordar hoy, ya en su faena habitual, uno a uno los regalos que le han traído los Reyes Magos o su primo el nórdico gordinflón, cuyos horarios son mucho más racionales y europeos, de forma que no sólo no deja sus obligaciones para el último día y así, encima, permite que los niños con las novedades se entretengan durante las largas vacaciones de Navidad, y los mayores puedan salir por las calles peatonales atestadas todo maqueados y a la última a lucir sus nuevas chaquetas de grandes cuadros y sus calcetines de dibujitos, los nuevos toques de locura aceptable del atuendo de los más conservadores. Habrá tenido regalos, ojalá regalazos, regalillos de bazar de quienes no pueden estirarse o son profesionales del agarre; algún libro o una manualidad con algo de lírica manuscrita, si es que tiene usted parientes raretes, un vale por lo que se agotó en los grandes almacenes y hasta en internet, unos candelabros o una aspiradora lista como ella sola, que figuran como regalo suyo, pero que a usted no se le hubiera ocurrido comprarse nunca. Quizá usted es joven y lo da todo por la pasta, y le han caído unos billetes tristes y utilitarios como ellos solos: a la buchaca. "Demasiados regalos, ¡consumismo!", dijo el desaborido (sieso, cortapunto, pepitogrillo, malaje: dígalo usted a su forma).

No se trata de ponernos setenteros y reivindicar la bici para tres hermanas o el balón de reglamento para los varones, o unas medias de la selección negras con vuelta rojigualda que provocaban litigios infantiles: "¡Se las pedí yo a Gaspar!", "¡pero las ha dejado en mi silla!". No se trata, no, de caer en el patetismo melancólico (que ya parece remitir en las redes sociales, por cierto, y gracias a Dios). Pero buena parte del trajín de presentes -¡ay la leche, se me olvidó mi cuñada! Le hago un vale, ¿no cari?- es una peonada cumplidora, a la par, eso sí y bendito sea, un chute vital para el comercio, aunque no sabemos ya bien qué comercio, qué comerciante y dónde se queda el beneficio de sus compras, de las remotas servidas por un cosario global con nombre de río selvático.

Ahora toca disfrutar del verdadero regalo, la rutina, las seguridades, la dieta y cierta austeridad gustosa para el cuerpo y el alma. También cabe lanzarse a las rebajas machete en boca, haciendo el papel de yonqui racional: adicto a la compra, pero con un criterio económico muy defendible. Podemos, en fin, hacer uso del ticket regalo, quizá el símbolo más palmario de las Navidades del país europeo que más gasta en regalos. Spain is different, y además para todo.

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