Incluso quienes somos de letras y tenemos el bachillerato lejano recordamos conceptos matemáticos elementales como los del mínimo común denominador y el máximo común divisor, tan útiles hoy para analizar el resultado electoral en Andalucía y las perspectivas del tan necesario como inevitable pacto que conducirá al candidato de PP a la presidencia de la Junta. Cada uno de los votantes de los tres partidos llamados a votar afirmativamente en la investidura de Juanma Moreno han tenido sus motivaciones. Hay quienes votan al PP simplemente por inercia y tradición y quienes lo hacen convencidos de que ese partido está llamado por su trayectoria y programa, por la experiencia en la gestión y por disponer de los cuadros más amplios y solventes a liderar la única alternativa posible a la izquierda; hay quienes votan a los hasta ahora virginales Ciudadanos únicamente escandalizados por el modo en el que la corrupción se apoderó de buena parte del sistema y quienes lo hacen convencidos de la necesidad de un partido de corte centrista (veleta, según mi mujer) que modere a populares y socialistas; y hay quienes han votado a Vox, enfadados, por sentirse ofendidos por la gestión rajoyesca ante el desafío de los independentistas catalanes y algunos, creo que pocos, por considerarles los más idóneos para liderar el cambio.

Cualquiera que sea la motivación, existe un mínimo común denominador en la inmensa mayoría de ellos: la voluntad de cambio y de expulsar al PSOE del gobierno de la Junta. Obviar ese mínimo común denominador sería traicionar a la ciudadanía de modo imperdonable. De modo paralelo nos encontramos con el máximo común divisor con el que la presidenta pretende conservar el poder: las poco razonadas y peor explicadas pretensiones de Vox en violencia de género. Seguramente la ley andaluza en la materia contiene dislates de envergadura que habrá que modificar y es también muy probable que al calor de esa legislación hayan proliferado grupos de presión que se han financiado ofreciendo poco a cambio, lo cual habrá que revisar, pero trivializar y ningunear un problema tan grave, mezclarlo fulleramente con el concepto de violencia doméstica y hacer de ello el punto neurálgico del debate para satisfacer la obsesión personal de su candidato es inaceptable y bien harán PP y C's si no aceptan entrar en un debate trucado que nada bueno les puede traer.

En cualquier caso, de pocas cosas estoy tan seguro como de que finalmente el resultado electoral será rectamente interpretado por todos y el PSOE, que dilapida su escaso crédito político de modo acelerado, será, al fin, desalojado del poder autonómico andaluz, tantas veces ejercido de modo caciquil desde la soberbia más absoluta. Y si no ocurre así, el que lo haya impedido lo pagará caro en las urnas.

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