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Su propio afán
Arrastro mis tics, como saben ustedes, que los padecen. Así que no se van a extrañar de que, en cuanto España ganó el Mundial de fútbol femenino, yo me concentrase en la problemática del marquesado de Vilda. ¿Qué es eso?, dirán muchos de ustedes, más normales y, por tanto, más preocupados por el pico de Rubiales.
La situación, tal y como la veía, era endemoniada. Cuando la selección masculina ganó el Mundial de Suráfrica, el Rey tuvo a bien concederle un marquesado a Del Bosque. Vicente sería a partir de entonces el marqués de Del Bosque. Me parece estupendo que se concedan títulos nobiliarios, y lo aplaudí, con dos peros y medio. El primer pero fue a la costumbre última de otorgar títulos que sean el apellido del titular. Se pierde una oportunidad de hacer preciosa literatura y un guiño histórico. El marquesado del Doble Pivote o el condado del Falso Nueve hubiesen sido resultado más artúricos. Mi pero a medias era a lo feo que queda, encima, el “de Del” Bosque. El último pero entero es que, en mi ignorancia futbolera, me pareció raro que el título se concediese al que menos había corrido del equipo. Yo creo que Iniesta se habría merecido una baronía, al menos.
Todo lo cual era peccata minuta comparado con el marquesado de Vilda. Lo vi claro en cuanto ganaron. ¿Se lo concederían? No hacerlo sería hacer menos al fútbol femenino, si por un Mundial masculino te coronan, y ahora no. Pero, a la vez, quedaría un poco raro que el único marquesado en juego fuese a caer en la única cabeza varonil del equipo. Me parecía un dilema interesantísimo. Digno de una serie: El ala norte de la Casa Real. Imaginaba a los más sesudos asesores de la Zarzuela sopesando razones, precedentes y protocolos.
Al final, todo ha quedado en nada. El vertiginoso escándalo por las actuaciones de Luis Rubiales ha arrastrado también a Vilda. Por lo visto, no fue lo suficientemente rápido y contundente en renegar de su jefe. Otros analizarán este caso, pero yo me quedo con un hecho bastante llamativo. El Mundial de los hombres se saldó con una gran celebración nacional y con un nuevo marquesado. El Mundial de las mujeres, tan meritorio como el otro, se está saldando con un gran aquelarre y con la decapitación simbólica de la que tendría que haber sido testa coronada. Ya dije que en este escándalo nadie ha hecho un mínimo control de daños. Lo siento, porque un Mundial merecía todo tipo de celebraciones.
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