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Tacho Rufino
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Su propio afán
Me aconsejó Rafael Sánchez Saus que viese el último videoclip de Joey Deadcat. No todos los días un catedrático de Historia Medieval te recomienda a un rockero. Fui a toda pastilla. El músico sevillano ha versionado por rock la famosa marcha procesional La Madrugá de Abel Moreno Gómez. El resultado es extraordinario y, podríamos decir, histórico. Asume con voz propia una tradición.
Quizá si no hubiese tenido fresco el escándalo que ha organizado C. Tangana con su canción Ateo rodada en la Catedral de Toledo se me habrían escapado muchas sutilezas de la maravilla de Joey Deadcat. La tangana sobre lo de Tangana la he seguido con mucho interés, porque afecta a asuntos serios: la relación entre el arte profano y lo religioso, la sacralización perdida, la libertad de expresión, las presiones contrapuestas que recibe cualquier mensaje que no sea políticamente correcto, etc. Para hablar de la provocación, Tangana, como su nombre indica, provocaba; y su vídeo es profundamente barroco en sus continuas volutas autorreferenciales y metopas metaproféticas.
El videoclip La Madrugá, en cambio, va por dentro, como la procesión. La calidad musical ya la hemos ponderado. Las imágenes son un prodigio de elusiones. El autor apenas pasea una mañana luminosa por la calle y se va dirigiendo a todas las iglesias que tienen hermandades que procesionan en la madrugada de la Semana Santa en Sevilla, aunque no llega a vérsele entrar. No hace falta. Tampoco aprovecha el tirón de reproducir imágenes sacras o pasos procesionales. Todo eso queda interiorizado, en la música, en el aire, en el sueño o en la oración, como uno prefiera. Hay que ser muy templado para resistir tantas tentaciones de espectacular facilidad iconográfica y dejarle a la música todo el protagonismo, entre la luz cotidiana de las calles y el alma de cada cual.
Las comparaciones son odiosas. C. Tangana buscaba otra cosa, mucho más cercana a la crítica social y política; y Joey Deadcat parece que está en ese estado de gracia en el que ya no se busca nada, sino lo encontrado. Puede incluso que la letra del músico madrileño sea sincera y esté, como tantos antes que él, pasmado ante los resquicios a la trascendencia que abre un amor verdadero. Eso lo entiendo, naturalmente: "Yo era ateo,/ pero ahora creo/ porque un milagro como tú ha tenido que bajar del Cielo". La Madrugá de Joey Deadcat no tiene letra, sobrenaturalmente.
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