Crónica Personal

Lobo solitario

Hay que estar ojo avizor, sin bajar la guardia y dotar a las fuerzas de seguridad de medios para luchar contra el terrorismo

Imposible escapar a las actuaciones espontáneas de un fanático; imposible prever las reacciones de quien se deja llevar por la visceralidad. Siempre han dicho las fuerzas de seguridad especializadas en la lucha contra el yihadismo islámico que temían a los llamados lobos solitarios, en muchos casos musulmanes que nunca habían mostrado signos de radicalismo, no pertenecían a grupos sospechosos, llevaban una vida normal tanto familiar como laboral, y de pronto una contrariedad, una noticia que les impresionaba especialmente, un episodio de rechazo, un problema les conmocionaba o la interpretación sesgada del Corán impulsaba una tecla que echaba fuera los demonios desconocidos que llevaban dentro y no ponían límite a los atentados más abyectos.

A Yassine Kanjaa se le seguía con atención desde hacía unos días porque se encontraba en situación ilegal en España y se le abrió un expediente de expulsión. Pero no contaba con antecedentes policiales ni existían motivos aparentes que lo pusieran bajo sospecha, o eso afirman los cuerpos de seguridad del Estado. Hay un hecho que sorprende: cuando él llega a la primera iglesia en la que entró, se enfrenta a gritos con el párroco y los fieles y se va, nadie avisa a la Policía. No lo consideraron un peligro. Regresó una hora más tarde, con un machete en la mano.

Hace años que quedaron atrás los atentados que provocaban decenas de muertos, incluso centenares. Pero nunca ha cesado el goteo de nuevos atentados aunque las víctimas no eran tantas. En España se han producido varios después del que pasó a la historia como el más brutal cometido en nuestro país, el del 11-M. Ahí están los de Barcelona y Cambrils, por ejemplo, y no son los únicos.

Hay que estar permanentemente ojo avizor y sin bajar la guardia y dotar a las fuerzas de seguridad de todos los medios para luchar contra el terrorismo, sin escatimar ni un euro. Pero no vale engañarse: es difícil luchar contra un hombre o una mujer fanatizados, de cualquier raza o religión. Personas aparentemente pacíficas se convierten en monstruos sin que nadie se su entorno detecte el cambio.

El atentado de Algeciras es una tragedia para las víctimas pero también para los centenares de miles de musulmanes que viven en España que abominan del terrorismo islamista exactamente igual que cualquier ciudadano y que de nuevo se verán señalados por los profesionales de la xenofobia.

Todo podría cambiar para bien si las órdenes de expulsión justificadas se hicieran en tiempo, y si las comunidades musulmanas no solo condenaran atentados, sino que colaboraran activamente para alertar sobre cualquier conducta que debiera ser denunciada.

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