QUIZÁ no hay huida perfecta sin circularidad, sin vuelta al origen, con la enseñanza, el polvo, la música y el dolor del camino, quizá toda huida es un artificio, un exhibicionismo brusco y geográfico cuya voluntad impugnatoria en realidad esconde una maniobra de afirmación interior, irse con la profecía de Cavafis, "no existen para ti otras tierras, otros mares. / Esta ciudad irá donde tú vayas", y con la sabiduría de Horacio, "aquellos que cruzan el mar cambian de cielo, pero no de alma", dos resonancias en la última novela de Luisgé Martín, La misma ciudad, un relato de corte fabulatorio entre Paul Auster y Preston Sturges, un hombre que quiere ser otro u otros, un modelo idealizado, una infelicidad inexplicable, una oportunidad de aventura a partir de la tragedia del 11-S, una historia itinerante de transformación, exilio y aprendizaje que ofrece al lector algunas imágenes extraordinarias (en un solar de las afueras, contemplando el cielo aún quemado de Nueva York por el ataque a las Torres Gemelas, el protagonista, Brandon Moy, entierra sus documentos personales, ejecuta su muerte elegida para empezar a ser otro) y que en algo recuerda a Los viajes de Sullivan en su juego de identidades alteradas a partir de la decisión de un hombre de fortuna de conocer otras cosas para irremisiblemente retornar al punto de partida, Moy entre países, mujeres, poemas y revelaciones, Sullivan en vagones hediondos, bares de carretera, tristes refugios, el contacto con la precariedad y el hacinamiento y el contraste entre voluptuoso y frágil de Veronica Lake, su melena rubia, su albornoz blanco, su manera de reprochar y de exigir: "Me perteneces un poco cuando te vuelves vagabundo".
Como una reivindicación postrera y urgente de las travesías que quedaron relegadas, como un desafío a los azares que afloran en los itinerarios de las decisiones drásticas e imprevistas, como un cambio de escala en el combate entre el yo y el mundo se desarrolla el periplo de Brandon Moy, que arranca en la certeza de un fracaso y en algún punto del camino ve confirmadas sus más oscuras sospechas en los versos de Cavafis. La misma ciudad, con sello de Anagrama, plantea una sutil y problemática dinámica de correspondencias entre vida y literatura. Cómo explicarle a un autor desde dentro que quieres ser otro personaje, cómo vivir sin que a cada paso te aceche, ávido y multiplicado, el intolerable eco del qué hubiera pasado si.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios