Harto de estar harto, ya me cansé, decía Serrat. Mientras todos miramos con cierto hastío y perplejidad a Cataluña, de día histórico en día histórico, la vida sigue y vaya que si sigue. Galicia arde, y arde porque existen criminales que saben que quemar el bosque es casi gratis. Arde porque hay sequía, porque hay viento, cierto, pero también porque hay quien sabe que los terrenos devastados antes o después se urbanizaran, gracias a la flexibilización de la Ley de Montes de Rajoy, que en 2015 abría la puerta a la urbanización rápida después de un incendio. Arde porque alguien decidió cargarse la flora autóctona, los robles, y sustituirlos por otros de crecimiento rápido y más comercial, eucaliptos y pinos que son como cerillas.

Mientras seguimos esperando el "día histórico" catalán con preocupación aparece un agujero en la Antártida del tamaño de Panamá, un agujero de 80.000 kilómetros cuadrados que surgió en una polinia del Mar de Weddell y lo pudieron detectar gracias a los satélites.

Mientras leemos las misivas que se intercambian Rajoy y Puigdemont donde no se dicen nada nuevo, Estados Unidos ha decidido que se retira de la Unesco, aunque no sé si esto será para bien o para mal. Mientras que aquí seguimos discutiendo de la cantidad de bandas que tienen nuestras banderas, la extrema derecha sigue creciendo y avanzando por Europa. Las elecciones en Austria han escenificado este viraje europeo hacia la ultraderecha. El Partido de la Libertad austríaco, populista, de derechas y de raíces nazis, puede ser clave para la formación de un gobierno de coalición.

Las anteojeras ideológicas que tienen todos los bandos en liza y que son con las que se analiza la situación catalana, no les deja ver las distintas versiones de la verdad, llevándoles a la hemiplejía moral, término que acuñó Ortega y Gasset para criticar a las personas que, autodeterminándose dentro de la derecha o la izquierda política, son incapaces de pensar de una forma extensa, más allá de su ideología. Esta castración intelectual, es la que conforma al hombre-masa, "el hombre vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado…Más que un hombre un caparazón…sólo tiene apetitos, es el hombre sin la nobleza que obliga…". Los hombres-masa deben dejar pasar a aquellos capaces de saber leer los tiempos con el coraje y la nobleza que necesitamos para su gestión.

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