Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Un hombre para la eternidad
#sinfiltro
Los síes que damos en nuestra vida tienen consecuencias. Los síes se traducen en experiencias, en aventuras, en descubrimientos y hallazgos. Los síes nos abren puertas a vivencias; los síes no siempre son una meta, en ocasiones, son el camino en sí mismo. Cuando aceptamos un riesgo, cuando nos embarcamos en nuevas aventuras y afrontamos cualquier experiencia que nos saca de nuestra zona de confort y de nuestra rutina, la sensación de incertidumbre se convierte en compañera pero, junto a ella, aparecen la ilusión y la motivación para no dejarnos solos en el trayecto.
Humanamente, nos cuestionamos, dudamos del acierto de habernos enrolado en la peripecia, y es en esos momentos, cuando los pequeños o grandes detalles loables del equipo, de las personas con las que compartimos la andanza, con quienes empezamos a andar, lo que siempre acaba por ratificar el tino de aquella decisión. Las complicaciones que aceptamos nos hacen crecer. El incorporarnos y dejar la dinámica controlada de nuestra vida, nos ofrece visiones enriquecedoras y otras perspectivas del mundo que nos rodea. Incómodo pero gratificante aprendizaje.
Cualquier recorrido, cualquier tránsito hasta el nuevo objetivo puede tener luces y sombras. Las luces las traen siempre las personas. La confirmación de sujetos que ya estaban a nuestro lado cuando iniciamos el proyecto y el descubrimiento de compañeros que han llegado para quedarse por la experiencia y las mil anécdotas que se comparten. Son luces el reconocimiento a quienes, desde otros equipos, tienen o mantienen guiños cómplices que trascienden al momento puntual. Los que sanamente contextualizan y anteponen y sobreponen el afecto y el respeto por sentirlos incuestionables.
Las sombras las ponen determinadas actitudes, que también las hay. Que es innegable que, en medio de algunas experiencias, puede sorprender la mezquindad de algunos, que por la espalda desbaratan planes de sus presuntos socios o aliados, dinamitan proyectos o diluyen ideas. La sombra molesta y el sol debe brillar solo para el líder. Mal, muy mal; los síes también nos descubren la mediocridad de algunos, la ambición desmedida y descontextualizada de otros, y hasta la manipulación de conceptos; lealtades mal entendidas y apegos desvirtuados.
El grupo enriquece, la crítica fortalece y el halago atonta y debilita. Huyamos de ciertos códigos políticos que convierten al rival en enemigo y al compañero en amenaza. Reconozcamos lo bueno que tienen los de enfrente y aprendamos todo lo posible de quienes nos acompañan y de todos aquellos que pueden saber más que nosotros. Seamos leales al objetivo y no nos dejemos llevar por proyectos personales o egos desmedidos. Que hay espacios donde podemos ganar todos.
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