Félix Ruiz Cardador

'Gorrillas'

La vida vista

08 de agosto 2010 - 01:00

DESCONOZCO el origen del término gorrilla, aunque no dudo de que en el futuro la Real Academia tendrá que plantearse incluirlo en su sacrosanto diccionario. Podríamos avanzar incluso una definición. Gorrilla: dícese de la persona que aparca coches sin licencia para ello y que en dicha labor utiliza la coacción para conseguir el óbolo por parte de los sufridos conductores. De origen muy español, dicho fenómeno entronca con la picaresca y suele contar con la indulgencia de los gobernantes. Fin de la definición.

El mapa de este fenómeno en Córdoba es amplio. Tal es así que si uno tiene por ejemplo que aparcar en el mismo día en el Hospital Reina Sofía, en la estación de autobuses, en la Plaza de Toros, en el Zoco o en el cementerio de San Rafael, por poner sólo cinco ejemplos, lo mejor es que vaya preparando la faltriquera, pues será difícil que el amable donativo baje en este caso de los cinco euros. Hablamos pues de un abuso más que evidente, y que desde hace años genera continuas protestas; quejas que van desde las exigencias educadas de los colectivos vecinales hasta otras proclamas anónimas menos amables, como las que se han podido ver esta semana en la web de este diario, en las que se habla de crear incluso patrullas vecinales en los barrios.

La reacción de los poderes públicos ante esta situación resulta por el contrario alarmante por su absoluta ineficacia. La Policía sabe que actúa para nada, mientras que el sistema judicial también hace aguas, pues a lo más que llega es a poner multas a personas que es evidente que no pueden pagarlas. La reincidencia se eterniza y, mientras tanto, todos padecen: los vecinos, que sufren la inseguridad de verse coaccionados a diario, y también los propios gorrillas, personas que en la mayoría de los casos padecen situaciones de extrema marginalidad sin recibir auxilio. Los políticos, por último, poco o nada hacen. Viven aislados en su tribu. Felices en su donaire de próceres inmunes. Centrados en sus altas batallas electorales y en su cada vez más huera batalla ideológica. Ineficaces, recuerdan a aquellos poetas de estirpe juanramoniana que decían vivir aislados en su palacio de cristal. Para ellos, para algunos que nos gobiernan y apenas nos miran, también guardará este idioma tan rico que tenemos, el español, algunos curiosos vocablos si no son capaces de recordar para lo que fueron elegidos. La realidad les llama, señores, la realidad.

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