De Fuengirola a Ribadumia

Un… "concello" integrado por una pluralidad de parroquias en las que la felicidad de sus gentes es, no solo posible, sino real

Hoy, cuando este periódico vea la luz solar, será el último día del mes de julio. Mañana ya será agosto, el mes preferido -casi de forma generalizada- para disfrutar de unas esperadísimas -y, con frecuencia, merecidas-, vacaciones. Eso sí: Cada cual, en el lugar de sus preferencias (con la venia de la maldita pandemia y quienes la propagan, que no son pocos).

Una buena parte de los cordobeses suele veranear fuera de la ciudad. El autor de esta "opinión" carece de datos acreditativos de esta circunstancia. Pero sí podemos observar que, durante el mes en cuestión, resulta más fácil encontrar un lugar de aparcamiento en la ciudad. Y ello se puede interpretar como prueba incuestionable de que no son pocos los desplazamientos veraniegos efectuados a los que aludimos. Muchos y de muy variado pelaje. Ejemplos de este aserto no nos faltan:

Dizque in illo tempore (léase en época prepandémica), la ciudadanía cordobesa prefería el veraneo en la bellísima y turística Fuengirola. Pero -incluso por aquellas fechas- no resultaba infrecuente el topar con vecinos de Córdoba tratando de conocer las exquisiteces -culturales, gastronómicas y ambientales- de las que las preciosas tierras y los mares galaicos disponen para uso y disfrute, tanto para los oriundos del lugar como para quienes, procedentes de otras latitudes, gustan de conocer, y disfrutar, de las simpar bellezas que la dicha región nos depara.

Obviamente -y como consecuencia del calor de la época- a todo quisque apetece un chapuzón en una playa. Mucho más, en una como la de la de A Lanzada, de blanquísima arena, y a la que -se dice- las meigas atribuyen, incluso, propiedades terapéuticas.

Pero… ¡ojo!: Lo que pudiéramos considerar turismo del interior tiene otras… preferencias, además de las playas. Y, seguramente debido a ello, no constituye una anormalidad tropezar con desplazados desde Córdoba paseando por otras zonas... sin playa. Sírvanos de ejemplo un ayuntamiento: Ribadumia. Un… "concello" integrado por una pluralidad de parroquias en las que la felicidad de sus gentes es, no solo viable, sino real. Porque las necesidades culturales las tienen, todos, a buen recaudo; las deficiencias gastronómicas, no existen; el albariño y otros vinos gallegos fruto de la vid y del trabajo del hombre, tampoco faltan… Y, todo ello, por mor de la extraordinaria solidaridad los lugareños.

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