LOS pájaros resumen el mundo como las metáforas un poema o las ocasiones de gol un partido. La cultura es un pájaro delicado: darle de comer no significa cuidarlo (ni alimentarlo). La cultura en España es un pájaro desnutrido. Hay una cosmética cultural impulsada desde lo público (con insolente frecuencia, con vehemente incremento de banalidad y capricho) que es, aun en sus dimensiones más erráticas, menos preocupante que el desprestigio social del aprendizaje. En la era del imperio de la mediocridad autosatisfecha, de la osadía que nace de la ignorancia con pulsiones de conquista, de la tecnología como nueva religión, del intercambio constante de mensajes y estímulos en la fiebre colectiva de la interconexión, la vocación de aprendizaje es una rareza de alucinados, un esnobismo anacrónico que delata un extravío o una enfermedad. La tecnología demiúrgica dispone un nuevo modelo de relación con el mundo en la que una permanente sobredosis de información solapa y resta importancia a una creciente carencia de conocimiento. El fracaso escolar ya no se ve como una tragedia social sino como una estadística institucional. Aprender es una cosa de pardillos, de locos, de raros, una pérdida de tiempo.

Hemos creado al poshombre, que es una instancia intermedia entre el hombre y lo que venga después (en su máximo perfeccionamiento el poshombre deriva en suprahombre, ya rozando la máquina), desprovisto en principio de inquietudes, después de sensibilidad, luego de inteligencia, finalmente de humanidad. Estamos en la primera fase, en la que los paraísos virtuales enseñan al hombre un camino nuevo, indoloro y definitivo hacia la felicidad. Hay todo un proceso de impregnación tecnológica que deriva antes o después en una entrega radical, religiosa, sectaria, sumisa. Lo demás será fácil. En Crepúsculo de los ídolos se pregunta Nietzsche si el hombre es un desacierto de Dios o Dios un desacierto del hombre. La cultura cambiará de nombre: ya han disparado al pájaro y se está desangrando. Apocalípticos nos llaman con desenfado tuitero los siempre felices, los modernos de la tribu y los aprendices de brujo.

Así que, mientras se pueda, mientras nos dejen, habrá que seguir aprendiendo, de los que saben, de los que piensan, de los que investigan, de los que no claudican, de los que hacen de una intuición de pájaros un conocimiento compartido, aprender sobre Miguel de Cervantes con Jordi Gracia, sobre Antonio del Castillo con Fuensanta García de la Torre, sobre Rafael Orozco con Juan Miguel Moreno Calderón, aprender para justificar la vida en la clave de nuestros mayores, los que nos dieron su ejemplo, los que nos explicaron las cosas complejas con palabras sencillas, los que nos cogieron la mano para acariciar conjuntamente al pájaro. Seguimos.

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