Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Ultramar
Crónicas levantiscas
En una de estas televisiones que emiten programas informativos apocalípticos durante casi todo el día escucho a un agricultor de Burgos que nos anuncia que va a perder el 25% del grano de trigo, quizás el 50% de la cosecha, por la ola de calor. El pasado fin de semana, como éste, se produjo un pico muy alto de temperatura, aunque apenas duró día y medio, y fue más sentida en el valle del Guadalquivir que en la Meseta. Cambió pronto el viento, se acabó la turbidez del polvo sahariano y llegó una semana fresquita, pero allí quedó el lamento del burgalés, uno más del coro que está por convencernos de que España está padeciendo una crisis económica similar a la que comenzó en 2008.
El último barómetro del CIS muestra en sus tripas hasta dónde llega el fenómeno. Cuatro de cada 10 consultados califican de muy mala la situación económica de España, pero el 60% admite que la crisis no le está afectando en lo personal. El crecimiento del PIB de España no es tan vigoroso como se esperaba, pero hace ya muchos meses que salimos de las cifras negativas; sufrimos un alza inquietante de precios, aunque no es ni mucho menos lo que se padeció en los años setenta con motivo de las dos crisis del petróleo.
El ex ministro de Hacienda Cristóbal Montoro es entrevistado en otro programa, donde explica que la inflación tiene unas causas muy concretas -guerra en Ucrania y confinamientos en China que aún pueden derivar en crisis alimentaria en los países más pobres y otra subida de la energía-, pero niega el Apocalipsis, lo que le vale una reprimenda de una periodista por suavón. "Cristóbal...", le llama la atención.
Faltan camareros en la hostelería, y los llorecas dan a entender que, con el alto desempleo que hay en España, hay quien no quiere trabajar. Esta es una acusación repetida, lo mismo vale para los temporeros de Huelva que para los obreros del metal, siempre hay quien blande el dedito acusador contra la supuesta indolencia española.
Esta vez la llorería va a tener razón: sí, faltan camareros, hay 50.000 profesionales menos que antes de la epidemia de Covid y, al parecer, no van a regresar. Los salarios son bajos, pero ésa sólo es una causa más del abandono de unos profesionales que trabajan 10 y 12 horas diarias, que sólo libran una vez a la semana, por lo general, nunca el domingo, y a quienes se le hurta en muchas ocasiones las cotizaciones del total de horas trabajadas. Es verdad que antes también pasaba, pero buena parte de los bares trabajan ahora al 100%, desde el desayuno hasta la cena, porque entre españoles, ingleses, franceses, belgas y alemanes no hay una hora tranquila entre comensal y comensal.Snif.
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