Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
La esquina
Ha entrado en vigor la ley de eutanasia, recurrida por PP y Vox ante el Tribunal Constitucional, que ha denegado la suspensión cautelar de la norma mientras no resuelva el recurso de Vox. España será así el quinto país que incluye y regula en su ordenamiento un nuevo derecho, el derecho a morir, tras Países Bajos, Bélgica, Canadá y Luxemburgo. No es mala compañía.
La ley española está pensada para aquellos ciudadanos mayores de edad que sufran "una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante, acreditado por el médico responsable". Y es muy garantista, porque se basa en un proceso con numerosos intervinientes y controles.
El primer interviniente es, claro está, el enfermo que no soporta más sufrimiento y opta por morir antes que seguir (mal) viviendo sin posibilidad de curarse. Después actuará el médico que lo tiene a su cargo, que mantendrá tres entrevistas en distintos días con el paciente, al que informará de su situación, alternativas médicas y ayudas sociales. Si el enfermo ratifica su voluntad de pedir la eutanasia, se exigirá la opinión de otro médico -el consultor-, especialista en las patologías del solicitante y ajeno al equipo del doctor responsable. Todavía quedará el dictamen de la comisión de garantías y evaluación de cada comunidad autónoma. Finalmente, el paciente pronunciará la última palabra. El proceso dura entre 30 y 40 días. La ley sufre, en cambio, una carencia relevante: no regula en detalle la objeción de conciencia de los médicos, un colectivo en el que se supone hay un elevado número de objetores, dado que se trata de un asunto delicado y controvertido. De vida o muerte.
La regulación de la eutanasia es compasiva y humanitaria... si su práctica se hace con rigor, minuciosidad y garantismo. Hay que hacer todo aquello que evite lo que temen sus detractores: su uso por familiares sin escrúpulos para quitarse de enmedio a un paciente concebido como estorbo o desprenderse de enfermos mentales manipulando su voluntad, y utilización por el Estado para ahorrarse el dinero de los cuidados paliativos en vez de fortalecerlos. En países donde ya se legalizó, la eutanasia sólo ha afectado a un uno por ciento de las defunciones. No es una práctica masiva.
Naturalmente, quienes tienen la convicción de que la vida de un hombre pertenece a Dios y sólo Él puede darla y quitarla siempre se opondrán a la eutanasia.
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