Ética

Con sus extremas maneras de gobernar ha logrado forjarse la imagen de un perfilado personaje

Dice mucho a favor de la buena disposición crítica de los españoles, cara a las inminentes elecciones, que, finalmente, tras tantas maniobras de distracción, se haya impuesto una valoración más ética que política del candidato socialista que pretende repetir como presidente del Gobierno. Para satisfacción de Max Weber, un siglo después de sus lúcidos escritos, la falta de convicciones (o de principios) de un político se convierte en el argumento más empleado para juzgar su actividad pasada. Y, por tanto, para vaticinar sus próximos pasos, si alcanzara de nuevo el poder. Tras estos cinco años de mando, más que las medidas sociales y económicas, siempre discutibles, ha sido la sucesión contradictoria de una serie de significativas promesas –desmentidas nada más pronunciarse– lo que ha proyectado el mayor descrédito sobre su gobierno y partido. Tiñendo también de confusión la vida política española, en general, al haber hecho de la audacia oportunista su más eficaz arma de trato y supervivencia. Pero si bien un cierto escepticismo se había adueñado de muchos sectores de la opinión pública, se percibe desde hace días, una cierta reacción crítica que ha puesto de nuevo de relieve la búsqueda de máxima credibilidad y transparencia en las maniobras de los gobernantes. Recuperando aquella vieja exigencia ética que Max Weber consideraba la primera y mayor virtud exigible a un político. Una cierta ilusión ha renacido en la sociedad española al haberse recuperado, a pocos días de estas elecciones, la ética y el deber de respetar las propias palabras, como un irrenunciable compromiso reclamado por los votantes. Por ello, hay una opinión pública muy sensibilizada a la que resultará difícil confiar en un candidato que, una y otra vez, defraudó sin pudor y, lleno de ingenuo orgullo, no se sintió obligado ni a dar explicaciones.

Con todo, aunque Pedro Sánchez perdiera estas elecciones, le quedará sin duda un gran consuelo para alguien, como él, tan pendiente del juicio que su labor política transmita a la posteridad. Porque con sus extremas maneras de gobernar ha logrado forjarse la imagen de un perfilado personaje, no tanto histórico (eso si sería pedir demasiado) pero sí literario (en el sentido de encajar bien en una novela psicológica de intriga). Es decir, puede servir de modelo para realizar un buen retrato novelesco: un político al que devoran tantos sus ambiciones que olvida completamente que, en sus orígenes, su partido tuvo principios y convicciones.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios