La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
La esquina
La política española destila surrealismo a chorros. No repuestos aún del impacto de la moción de censura Abascal-Tamames, nos asalta como la gran pregunta del momento la siguiente: ¿asistirá algún dirigente de Podemos, y de qué nivel, a la presentación de Yolanda Díaz como candidata a las próximas elecciones generales? ¡Qué encrucijada!
Ya me dirán si no es surrealista que la cúpula de Unidas Podemos -la formal y la material- se esté planteando con auténticos dramatismo y gravedad si debe estar o no presente en el acto de lanzamiento de la candidata que ungió por el procedimiento digital el propio fundador de Unidas Podemos, organización en la que ni siquiera milita Díaz y que ella se propone abiertamente superar mediante la construcción de una plataforma nueva bajo su liderazgo indiscutible y con el objetivo de aglutinar lo que los cursis insisten en llamar "el espacio" a la izquierda del PSOE.
Este desencuentro entre la mejor candidata posible del espectro izquierdista (la más popular, la que mejor gestión ha hecho dentro de la cuota morada del Gobierno, la de mejor imagen) tiene un origen claro y un desarrollo tóxico e impresentable. El origen está en el error de Pablo Iglesias: saltó del Gobierno tras comprender que es mucho más difícil gobernar que ir a la contra y con la excusa de salvar a Madrid de la derecha -con el resultado conocido-, no sin antes designar a dedo a su sucesora como vicepresidenta segunda y, sobre todo, como lideresa del futuro inmediato.
Le salió rana Yolanda, y ése fue el error de Iglesias: creer que Yolanda aceptaría su tutela, que él seguiría teledirigiendo -y radiodirigiendo, valga la broma- el partido que había montado y controlado férreamente después de deshacerse, uno a uno, de casi todos sus compañeros de viaje, y ahora sin despeinarse ni hincar los codos, impartiendo doctrina desde sus púlpitos mediáticos. Uno de los sacrificados, Ramón Espinar, ex portavoz de Podemos en el Senado, lo ha clavado: "Se cree el patrón de la izquierda". La vicepresidenta resultó insumisa. Ha querido volar sola, atrincherada en un liderazgo más blando e integrador, y protegida con descaro por Pedro Sánchez, que la ve como única solución viable para prorrogar la coalición más allá de las elecciones venideras. La criatura se ha revuelto contra el Pigmalión menos humilde que se pueda imaginar.
En cuanto al desarrollo de este conflicto, remite a lo más bajo de la política.
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