La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Espectros

30 de septiembre 2014 - 01:00

APENAS acabado el partido del Córdoba con el Espanyol arrancó el domingo en Cuatro Cuarto milenio, el programa en el que a Iker Jiménez le han ido creciendo las entradas en los últimos años al ritmo que daba cuenta de mil historias de aparecidos, abducidos, fantasmagorías, seres errantes, almas en pena y otras afligidas especies de los reinos oscuros en las que él y sus colaboradores parecen creer a pies juntillas. El programa gravitó sobre varios asuntos, pero un amplio reportaje lo dedicó al Centro de Salud Carlos Castilla del Pino, el nuevo y avanzado edificio sanitario que la Junta construyó sobre los terrenos de la antigua Residencia Teniente General Noreña de Córdoba. Según lo que allí se contó con escenificaciones graciosamente histriónicas y testimonios pasionales e implicados, por el centro de especialidades se pasean espíritus de lo más variopinto que asustan al personal que allí trabaja con sus lamentos y sus ruiditos y todas esas cosillas que se supone que hacen los muertos cuando tienen deudas pendientes con el ayer y se resisten a cruzar el Leteo, río que conduce al olvido. Conocida la propensión por estas tierras para creer todo este tipo de conjeturas sospecho que 'la leyenda del Castilla del Pino' se hará pronto famosa, y no deja de tener su coña que se mezcle el nombre célebre psiquiatra con una historia de este tipo. Yo, vista así la cosa, lo que le recomendaría al señor Jiménez y sus reporteros que no se alejen de Córdoba, porque por aquí hay mucho que rascar en cuanto a temas alucinantes. Hoy, por ejemplo, deberían pasarse por el C4, donde la Junta ha programado unas visitas guiadas a un edificio precioso, costoso y sin uso alguno que se construyó sin saber cuál era su finalidad, la cual aún es un misterio insondable. Para morirse del susto, ¿verdad? O también podían haberse acercado ayer a la conferencia de prensa de Rafael Gómez, ese señor con pinta de aparecido furibundo y americana azul celeste que amenaza con vivir cientos de años para amargarnos hasta el último aliento de vida a todos los que aborrecemos sus peroratas iluminadas y su narcisismo fenómeno. Y paro aquí, porque de lo del concierto de Malú ya se ha hablado y no es cuestión de tocarle más las narices al destino. En todo caso, lo dicho. Que Córdoba es muy de Cuarto milenio. Que aquí ni siquiera hace falta que se aparezcan los muertos porque ya montamos el circo espectral los propios vivos.

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