Temporada estival, verano, cosita ligera, paseos agradables. Cada uno lo asocia a unas ideas. Para mis hijas es helado, primas y uñas pintadas. Para mi marido, San Fermín y Tour, para mí, playa, rizos y siesta. Michelines y franqueza. Cuñados, camisas de lino y sombreros. Para todos, días sin aparentar, de descanso y desconexión. De relajar. Esta olita de calor -que no ola, al parecer- tan a tope en el día de hoy, evidencia que nuestro julio es largo y que hay junios que son un aperitivo y que hasta septiembre se incluye en el marco temporal del que hablamos. Y que sea como fuere, demuestra que ya hay ganas de eso, que tenemos necesidad de ligerezas. Bermudas, bicis y chanclas, distensión, sin apretauras.

Estamos cansados; como los electrodomésticos, tenemos tiempo limitado de capacidad plena y, a estas alturas de julio, ya se nos van agotando la energía y la astucia. Definitivamente no estamos preparados para estar siempre alerta, que ya no hay ganas ni posibilidad de ser siempre los más listos, las más ocurrentes constantemente, ni de mantener pulsado el punto habilidoso de manera permanente. Por eso, desde aquí, un ruego a los de las dobleces, ¡tómense vacaciones! Un llamamiento a la gente retorcida para hacerles saber que el resto estamos cansados, cuasi vacacionales, que ya no les seguimos, que no nos convoquen para estrategias en estos días. Que lo espontáneo y lo natural desata en nosotros rizos y algo más, una actitud instintiva, irreflexiva, estival. Con el calor y la fatiga no tenemos tensión para dobleces.

Es verdad que la doblez la encontramos en cualquier sitio, en cualquier equipo y en muchas relaciones de tipo variado, nos topamos con ella en nuestros días, pero sin duda, en política es lugar en el que abunda. Lo recoge de manera brillante la cita del italiano Andreotti, con aquello de que "hay conocidos, amigos, adversarios, enemigos y... compañeros de partido". Porque no falta en ningún partido, ni en otros muchos rincones, el que enreda, conspira y filtra en contra del grupo con el único fin del beneficio personal. Tampoco el que no tolera la crítica del afín y tras una imagen apacible lamina al disidente y lo posterga. Cierto es que nunca se sabe si ello es fruto de la doblez, de la cobardía o de la mediocridad. Quizá de todo a un tiempo.

No queda más que insistir en la idea de que con estos calores, es más ligero y más fácil tirar de sinceridad, de honestidad, franqueza y claridad, sin romanticismo, aunque solo sea por comodidad.

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