Eta se ha disuelto. Un anuncio que estuvimos esperado durante décadas y que sin embargo parece hoy cosa menor tras siete años sin muertos. Para mí, e imagino que para muchos, no deja de ser una noticia importante. Formo parte de una generación que siendo niños comíamos el arroz viendo telediarios ensangrentados, llenos de lágrimas y familias enlutadas. Al hacerme mayor la vida me llevó a conocer personalmente a víctimas, familiares o grandes amigos que compartieron más de media vida con un escolta que ya era parte de la familia. Incluso durante mi paso por una responsabilidad pública hubo un tiempo en el que nos recomendaban mirar debajo del coche antes de arrancar.

Es cierto que vista con perspectiva, la disolución, previsible, confirmada, obedece más a una derrota que a una convicción fruto de un debate. Muchos disolventes. La acción policial, las contradicciones internas, los puentes, pero sobre todo el hartazgo de la sociedad vasca. ETA pudo moverse como pez en el agua durante largos años en aquella realidad tan bien descrita en la novela de Aramburu, repartiendo dolor allá por donde pasó.

Escuchaba el viernes a Patxi López explicar como estando al frente del PSE tenía que configurar las listas electorales. Cuando al ofrecer a algún joven entrar en la plancha para ser concejal de su pueblo, le tenía que advertir inmediatamente -pero te voy a joder la vida. Tendrás que llevar escolta, y ya no podrás salir hasta tarde los sábados con tu cuadrilla, y no podrás ir a la facultad en el autobús con tus amigos…- Y aún así aceptaban. Mi padre, como muchos y muchas socialistas de Córdoba, entró a formar parte de una lista municipal en Euskadi para que se pudiese completar en los años más duros. Y esta derrota conlleva una victoria: la del sentido común. Eduardo Madina comentaba estos días que "el futuro de Euskadi tiene un horizonte de reconciliación lejano. Pero puede tener otros más cercanos y plausibles como la convivencia". En la vida, en la política y en la cultura, hay quienes se dedican a derrumbar puentes y hay quienes se dedican a levantarlos. A esto muchos dedicaron mucho tiempo. Les recomiendo Los puentes de Moscú de Alfonso Zapico.

Si la estrategia de ETA nunca tuvo sentido, su puesta en escena el pasado viernes, tampoco. Hablando de conflicto, rodeados de mediadores internacionales que no han mediado nada en nada. Y aunque es cierto que a veces los pueblos construyen sobre el olvido porque a veces es la única forma de avanzar, si olvidamos todo, avanzaremos, pero quizá en la dirección equivocada. También lo ha dicho Patxi. En este, un país, con una cierta tendencia a la amnesia.

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