En China, según hemos visto en la última reunión del partido comunista de aquel país, si no dimites tú te dimiten. Es la variante de las dictaduras, donde o estás con el Amado Líder o te desaparecen de un modo expeditivo, sencillo, claro y sin vaselina. Y el líder se queda tan pancho en su sillón sin casi mirar a la escena que él mismo ha ordenado, en vivo y en directo, como se hacían las decapitaciones en medio de las plazas del París revolucionario para regocijo de las masas.

Habrá en nuestro mundo democrático líderes que tengan esa tentación de aspirar a esa eliminación exprés de la disidencia interna. A nadie le gusta que le discutan en su propia casa, pero es lo que tiene la democracia, que te tienes que aguantar con la disensión y hasta asumir que los verdaderos enemigos estén más dentro que enfrente de tus filas.

Se ha visto en las noticias y realmente conmueve ver al opositor ya de tercera edad ser conminado por los bedeles a que se levante del asiento, su resistencia perpleja, su acercarse al líder Xi Jinping en busca de amparo y ver cómo el líder absoluto asiente molesto animándole a que haga caso y no monte numeritos. Ya resignado y sabiendo lo que le espera, el anciano acompaña dócil a los asistentes a sabiendas de que va al matadero después de un juicio teatralizado.

Igual metodología utilizó Kim Jong Un, en aquella ocasión con su propio tío. En pleno congreso, delante de todos, para escarnio del dirigente caído en desgracia. Es un estilo que ya retomó de los zares el propio Stalin, aquel oso sanguinario que no solo defenestraba a los que discrepantes sino que hasta les borraba de las fotografías.

El gigante chino no solo reparte la pena de muerte los domingos en los campos de fútbol como espectáculo. Un tiro tan solo en la nuca y listo. Asepsia, silencio, muerte. La inhumanidad de la dictadura en estado puro.

China es también esto. En Europa ya comienzan a reaccionar frente a un país que crecía un nueve por ciento anual y que ya es el contrapeso al 'mundo libre', ese que aún se plantea las libertades, sean estas reales o solo posibles.

Los dos nuevos bloques van tomando forma y apuntan a un futuro en el que los mismos políticos serán los que se jueguen la libertad de opinar con la propia vida en cualquier congreso y ante la sonrisa complaciente de su líder.