Cosmogüey

No se me arrumben, no se me arrecholen que dirían allá, y échense a la calle que un otoño cosmpoético empieza

Cosmopoética arranca hoy con sabor mexicano, güey, y aquí hay uno que se alegra de verdad. Con aroma a enchilada, con sabor a pozole y con regusto a cerveza Indio y tequila, como mínimo, reposado. Con muchos escritores de allá en la nómina, entre ellos mi admirado Juan Villoro, y con tributos no mexicanos pero sí muy merecidos acá como el que se le rinde a Nacho Montoto y Gata Cattana, fallecidos ambos en plena juventud creadora. Lo de México es de justicia, y lo es no sólo porque haya dado algunos poetas formidables -Octavio Paz, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco…- sino porque este país hermano fue fonda y refugio de muchos españoles republicanos en los años duros del exilio, cuando la España del mendrugo, la ley de fugas y el calcetín sudado. Hubo una especial sensibilidad hacia la intelectualidad exiliada, lo que permitió que algunos artistas cordobeses pudiesen desarrollar allí su vida con la dignidad que en Europa no se les dio. Hablo por ejemplo de Juan Rejano, poeta pontanés, periodista cultural, cuyo recuerdo allí sigue vivo por su inmensa labor en el diario El Nacional y que se murió el pobre, julio del 76, cuando ya ultimaba las maletas para regresar. O de Pedro Garfias, comunista y sentimental, que, aunque nació en Salamanca, tuvo infancia egabrense y ligó ya para siempre su vida a los episodios bélicos vividos en Pozoblanco. En México murió el autor de Primavera en Eaton Hasting, con no poca melancolía y con muchas penalidades. Y no sólo escritores sino también pintores como el montoreño Antonio Rodríguez Luna, que por allí anduvo durante casi cinco décadas pero que sí pudo volver para morir en democracia y en casa. Ellos son la punta del iceberg del exilio cordobés que en México encontró auxilio y generosidad, un México que bien se merece ese tributo para que los cordobeses lectores y librescos, que por desgracia siguen siendo los menos, sepan de la literatura que hoy se hace allí. Así que no se me arrumben, no se me arrecholen que dirían ellos, y échense a la calle que un nuevo otoño cosmopoético les espera con su lirismo XXI de siempre y un golpe añadido de antidepresivo -y no sé si metafórico- mezcal.

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