Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Boris

¿Sería verdad lo de los diez mil soldados que prometió el ruso a la causa antiespañola?

Que a Boris Johnson le gusta hacer el ganso es claro; quizá no lo pueda evitar. Su carrera está jalonada de gansadas y numeritos. También de fiestas que se pasaban por el Marble Arch londinense -y por la trasera del 10 de Downing Street- las restricciones personales a la movilidad. A pesar de hacer durante un tiempo bandera del negacionismo sobre el peligro mortal del coronavirus, él estuvo a punto de palmarla por el Covid-19. Aparte de que el virus mataba sin demasiado distingo de clases, es que el premier tenía cierto sobrepeso: 110 kilos con 1,77 de altura. En 2015, todavía con su Índice de Masa Corporal por las nubes -hechas cúmulos redondos y rosados- arrolló como si fuera un mercancías a un niño japonés de diez años en una jugada de rugby en un acto de promoción. Un accidente menor, bien puede que evitable. Tras superar la enfermedad por los pelos -esos pelos suyos, tan divinos-, entonó el mea culpa, abrazó la prevención y el distanciamiento social, y se propuso reducir peso zampando "menos hidratos, queso y chocolate". Nada mencionó sobre los gin-tonic sin hielo y los chateau bordeleses trasegados en compañía de otros, como adolescentes gamberros, en la residencia del primer ministro... en pleno confinamiento. Y mira que esas cosas del beber también abultan la talega y la papada, según dicen.

Acabamos de saber que el Tezanos catalán y centro demoscópico de la Generalitat -de nombre CEO en vez de CIS- constata que el independentismo ya no está de moda, sino en franco retroceso. A pesar de la inmensa propaganda perpetrada desde el poder. E incluso de los esfuerzos del metomentodo embajador volante de la ética y estética indepe, Pep Guardiola, que se aventuró en berenjenales bélicos al criticar a la UE y la OTAN por su posición en el conflicto ucraniano: ¡pero no mentó a Putin! ¿Sería verdad lo de los diez mil soldados que prometió el ruso a la causa antiespañola? Pero como suele suceder, la realidad supera a la ficción nacionalista catalana, y a la afición patriótica del entrenador del City -al mando del Getafe, nos quedaremos sin verlo ganar la Champions, como con el Bayern y el equipo de Manchester-. Pero el inefable Boris es capaz de superar a la realidad, y convertirla en alucinógena. Hace unos días, Johnson comparó la lucha ucraniana por su libertad entre misiles, muertos y exilio con la lucha de los ingleses por su Brexit: "Sé que el instinto de los ciudadanos de este país, como el del pueblo de Ucrania, es elegir siempre la libertad". Tómese algo, Mr. Johnson. Y no mezcle, que después pasa lo que pasa.

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