Cuarto de Muestras

Esté donde esté

El conocimiento actual está desenfocado, es infantil, humanizando a los animales y renegando de su naturaleza

La relación que mantenemos con la naturaleza suele ser bastante hipócrita. Lloramos por lo perdido, pero no evitamos perderlo. Valoramos los discursos grandilocuentes, pero no somos capaces de hacer pequeños gestos. Nos entristecen las imágenes catastróficas de sequías e inundaciones, cada vez más frecuentes e incontrolables, pero no estamos dispuestos a soportar ningún cambio que afecte a nuestra vida diaria. España tiene honrosas excepciones cuyo ejemplo apenas ha cundido, siendo tan queridos en su rareza. Pese al empeño divulgativo de su saber del campo y la naturaleza, su manera de entender y respetar ese mundo no se ha aprendido. No queremos ser como Miguel Delibes o Rodríguez de la Fuente. Quizás porque no se cuida lo que no se conoce. La voz personalísima de Rodríguez de la Fuente y los libros de Delibes reflejaron un amor a la zoología y la naturaleza uno y, al campo, el otro, que hoy son triste pasado. Los programas televisivos actuales se esmeran en la fotografía, en la estética, en el movimiento, en lo plástico más que en lo real, en la forma más que en fondo. Los animales son belleza y crueldad a un tiempo en un orden complejo que la naturaleza les da y cuyo conocimiento verdadero nos ayudaría a salvarlos y, sobre todo, a salvarnos a nosotros mismos.

El conocimiento actual está desenfocado, es, en cierto sentido, infantil, humanizando a los animales y renegando de su propia naturaleza. Rehusamos cualquier cosa que dé profundidad a nuestro existir. Queremos que la naturaleza sea un parque temático más, con sus atracciones y su falsedad. Cuento todo eso porque me aterra pensar lo que pasa con los animales de Doñana si no hay agua; cómo van a sobrevivir las especies marinas en un mar convertido en vertedero; qué será del campo que hoy conocemos sin cosechas ni agricultores sabios que las sepan cultivar; qué será de nosotros en un mundo absurdo que cree que con prohibir la corridas de toros (reminiscencia del verdadero conocimiento de la naturaleza animal) y poco más, nos salvaremos de este abismo de placas solares, molinos y superficies desertizadas. A Doñana le robaron el agua hace mucho, se le rodeó de invernaderos y zonas turísticas. Lleva años secándose mientras los presidentes del Gobierno de todo signo venían de veraneo. Urge deshacer lo mal hecho, escuchar a los que saben. Acabar con la demagogia esté donde esté.

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