En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Ángeles y demonios

Corría octubre de 2000. Una enfermera me mostraba a mi hija Irene a través de una cristalera en la planta de neonatos del Hospital de Pozoblanco. Mi primogénita había venido al mundo tan sólo unos días antes y le hacían pruebas. Una conocida, que estaba también en la habitación visitando a otro bebé, me miró y vio que mis ojos tenían un aspecto cristalino por la angustia que me provocaba contemplar cómo esas pruebas hacían llorar a un ser tan pequeño, mientras a mí se me partía el corazón. La mujer quiso darme ánimos con una frase categórica: "Los hijos es lo que más se quiere en el mundo; aunque lo hayas oído decir muchas veces, no lo comprendes hasta que no tienes uno".

Ojalá nunca llegue a saber lo que es perder a un hijo y, sobre todo, ojalá nunca sepa lo que es que te lo arrebaten de una forma asesina. Ojalá no lo sepa yo ni lo llegue a saber nadie nunca más. Ojalá pudiera darle marcha atrás al reloj del tiempo hasta conseguir que la profesora zamorana Laura Luelmo continuara con sus padres, evitando así que se hubiera cruzado en su vida el demonio que la ha matado. Ojalá pudiera incluso con esa marcha atrás en el tiempo conseguir también que los padres de Marta del Castillo, Sandra Palo, Diana Quer, Rocío Wanninkhof, Sonia Carabantes, Mari Luz Cortés...-y los padres de tantas y tantas chicas más- nunca hubieran tenido que pasar por el calvario en el que viven desde que unos criminales les arrebataron a lo que más querían en sus vidas -y quieren, porque aunque sufran el dolor de no tenerlas, ellas siguen vivas en sus corazones-. Han pasado los años y cada vez que mi hija vuelve de noche algo tarde sola a casa no puedo evitar tener algo de miedo, el mismo que a veces debe pasar ella. Porque, como escribió Laura Luelmo en uno de sus últimos tuits: "Te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo, ese es el problema".

Antonio del Castillo, por ejemplo, es una persona que me causa una infinita admiración. Admirable es su integridad después de que lleven años riéndose de su familia, años en los que, como otros padres que han pasado por lo mismo que él, continúa clamando justicia como quien clama en el desierto, una justicia que sigue siendo injusta con ellos. Sinceramente, yo no sé cómo reaccionaría si la ruleta rusa que a veces es la vida me destroza como los ha destrozado a ellos. Pero lo que sí sé es que a Antonio del Castillo a Eva Casanueva y al resto de los padres de esas chicas la justicia les debe que los asesinos de sus hijas estén entre rejas a lo Mark David Chapman -la persona que acabó con la vida de John Lennon y que está en la cárcel desde aquel suceso, desde 1980-. No es populismo, es hacer justicia de una vez y por todas y eso sólo pasa por que antes haya decisiones políticas para que la ley no favorezca a los asesinos. ¡Ni una muerte más!

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