El panorama de las tardes ha cambiado. No tengo la foto de las mañanas. Ya saben, la ordinariez de mis quehaceres laborales hace que me pierda la rutina matinal de nuestras calles. Pero he podido comprobar, que la foto y el paisaje ya es muy diferente.

Poco a poco se va completando y pese a ausencias dolorosas, injustas e insuperables, vuelve a haber abuelos en las calles. Volvemos a ver abuelos sentado en los bancos, abuelos presentes, abuelos al sol. Abuelos prudentes en los parques, enmascarillados y obedientes, ataviados con todo el instrumental impuesto, con los ojos asomando por encima del celeste higiénico para mirar y seguir, observar y enseñarnos, para volver a estar. Las vacunas nos han devuelto a las calles a nuestros mayores, vuelven a estar, los volvemos a ver y a poder disfrutar.

En los contextos de crianza en los que algunos nos movemos, volvemos a tenerlos, tras constatar lo esenciales que son en el sostenimiento de muchas estructuras familiares. Pfizer, Astrazeneca, Moderna y ahora también las primeras de Janssen, nos han devuelto su sostén, su presencia y su compañía. Poco a poco se van reincorporando a nuestros días y a nuestra vida. Testigos de nuevo del crecimiento de hijos y nietos, vuelven a estar presentes en logros vitales y, más allá de vídeos por teléfono, vuelven a ser sus manos puntos de apoyo fundamental para los primeros pasos, para los primeros paseos en bici. Otra vez en la puerta del cole, de nuevo son ellos los que, sin pereza y con más resorte que muchos padres -saltando escalón y generación- se incorporan para empujar el columpio y darle a la comba. La foto de los parques ha cambiado, y poco a poco se va completando. Es cierto que la tecnología estuvo bien y hay mucho que agradecerle, pero ya basta de ciber relaciones, que los necesitábamos presentes y ellos, vida.

Fatiga pandémica la han llamado, y la OMS la describe como la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones. El agotamiento, la incertidumbre, el cansancio o la desesperanza. ¡Tan humano verse en esas! Pero, después de un par de tardes de parque y con la nueva foto que presentan, si sienten desfallecer, no se me ocurre nada mejor que animarles a que se asomen a un parque, busquen las miradas de abuelos retornados y aprendan de su expresión. Porque entre otras muchas enseñanzas, todo esto nos ha evidenciado que seguimos teniendo mucho que aprender de ellos.

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