Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
Su propio afán
Me parece muy bien que los padres dejemos a los niños con los abuelos, pero me parece muy mal que dejemos a los abuelos instrucciones sobre cómo no tienen que mimar a los nietos. El que se tiene que preocupar de no abuelear con la edad y la ternura es uno. Los abuelos, si ponemos a sus niños bajo su cargo, que abueleen, que es lo suyo.
Si deciden que es bueno para el niño mojarse los labios en un amontillado, pues o se lo aplaudes o disimuladamente no le dejas al niño a la hora del aperitivo. Si no te gusta que los niños tomen mucha azúcar y tu madre se los lleva a desayunar chocolate con churros, no amargues la dulce ocasión. Mucho más daño hace a los pequeños ver que tú te saltas la cadena de mando, la jerarquía y el orden de la familia y riñes delante de los demás a tu progenitor o progenitora. Eso sí que es malo.
Naturalmente yo, por lo del amontillado, no montaré un pollo. Quizá lo único que me disuadiría de dejar a mis hijos con sus abuelos es verlos cansados o que se les hace un mundo. Pero entonces tampoco les reñiría, sino que me buscaría una canguro si no me queda más remedio que dejarlos con alguien.
La gente que protesta de cómo sus padres cuidan a sus hijos no son sólo egoístas y revolucionarios, sino también tontos, si me permiten la redundancia. Hay muy pocos privilegios como disfrutar en la infancia de los abuelos. Ese salto generacional enriquece a los niños más que cualquier herencia. Aprenden otra visión del mundo, con más ángulo, y escuchan historias de un siglo diferente. En una sociedad compartimentalizada por modas, tics y tópicos generacionales, unos buenos abuelos son una manera extraordinaria de escapar de la degradante esclavitud de ser hijos de nuestro tiempo. Además, los abuelos viven en un acontecer más lento que se acomoda mejor al de los niños, mientras nosotros nos salimos tontamente por las curvas.
El padre que se molesta porque el abuelo no ha acostado al niño a las 8:30 en punto está dormido. Dormir es muy bueno para la salud, pero estar con los abuelos es inmejorable para la salud moral y mental.
Ya puestos, lo mejor es dejarnos de exigencias quejumbrosas a los abuelos y educar exquisitamente a nuestros hijos para que no cansen a los mayores. Cuando mis hijos se quedan con mi suegra o con mi padre porque nosotros salimos, me queda la tranquilidad además de que justo entonces los estamos educando mejor que si nos quedásemos en casa.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Náufragos
La ciudad y los días
Carlos Colón
No echen al vuelo las campanas otoñales
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Navidades, dicen
Lo último