AYER se cumplían años de la muerte de Franz Kafka, 89 en concreto, y tal vez por ello la concejal de Festejos, Amelia Caracuel, decidió convertir su rueda de prensa de balance de la Feria en una especie de homenaje al escritor y a Gregor Samsa, el personaje que un día se levantaba metamorfoseado en algo muy distinto a un ser humano. Algo así debió de sentir la propia Caracuel, un extrañamiento de sí misma, un alejamiento, para, cuando los periodistas allí congregados le preguntaron por el célebre supermegabotellón que se armó en el Balcón del Guadalquivir el pasado miércoles, poner cara de "pero qué me estás contando, amigo", y decir que ella nada sabía de "eso" de lo que hablaban. ¿Caracuel abducida? ¿Extraterrestre Caracuel? No queda otra. La edil, en todo caso, obviaba las decenas de fotos más que ilustrativas publicadas estos días en la prensa y las imágenes tomadas el mismo miércoles por los cientos de curiosos que por allí pasaban y que se han ido expandiendo como la pólvora por internet. Para la concejala, todo eso no existe y, en una muestra de cinismo, pues eso es cinismo, ninguneaba una circunstancia que le desagrada y entiende que le perjudica. Desconozco quien asesora a la señora Caracuel en estas cosas, si es una directriz que asume o si se lanza a esta pantomima de motu propio, pero tal vez debería repensarse lo que hace y estimar que actitudes tan pueriles nos meten el miedo en el cuerpo a los que más antes que tarde tendremos que ir otra vez a votar. Si existe una materia prima que debe trabajar el político no es otra que la realidad, y mostrarse reacio a asumirla, darle la espalda, hacer de ella un tema vedado, tomar por bobo a quien pregunta y a quien vota no parece muy sensato. Es como un carnicero que se desvaneciese al ver la sangre o un torero que echase a correr con pies ligeros y calzón manchado al ver aparecer un toro. En realidad, no pasa nada por hablar del botellón, no pasa nada por ver la fórmula en la que se puede encauzar este fenómeno, si es que en realidad se puede. Cualquier cosa menos desvariar. Desde aquí le pido a la concejala que vuelva de nuevo en sí y regrese entre nosotros al modesto mundo real. Señora Caracuel: baje usted de la nave marciana, por favor. Regrese. La esperamos.
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