Análisis

Ángel Vázquez

Y SI SOMOS TRIUNFITOS… ¿QUÉ PASA?

Cuando Carmen Muchachita Ramos, de Andalucía Directo, insinuó a Álvaro Urquijo con su innato desparpajo, no sin cierto reparo, que estaría bien canturrear algún temilla de Los Secretos en la conexión que iban a hacer desde el escenario del Teatro de la Axerquía, éste frunció el ceño y le espetó: "es que eso no mola, no somos triunfitos". Cinco minutos más tarde el cantante tarareaba junto al piano de Jesús Redondo, una, dos y hasta tres canciones, Déjame incluido, para regocijo de la espumosa presentadora y placer de la audiencia vespertina de la tele andaluza. Probablemente, sobre la marcha, Álvaro reflexionó acerca del marco en el que iban a actuar, las ilusiones puestas por su público en verles (gran entrada en la Axerquía) y la insalvable realidad de que siguen siendo un grupo de fans de los que ya no quedan, para una franja de edad poco dada a esos excesos. Y si eso huele a triunfitos… ¿qué más da?

Los Secretos es uno de los últimos grandes grupos de pop-rock de este país. No sabemos de qué vivirá la música dentro de diez años, pero las perspectivas no son muy alentadoras en cuanto a calidad y emociones. El usar y tirar no hace prisioneros, lo de hoy será puro alzheimer mañana mismo, y eso de estar 38 años sobre los escenarios cada día es una mayor utopía. Por eso, ver a una banda como ésta suscitando nerviosismo, carreras, piropos, firmas de discos y camisetas, un mett and greet al estilo adolescente y caras de emoción, es una sorpresa que no por esperada es menos sorpresa. Ya no hay contratos indefinidos en la música. Ya son todos eventuales, por no decir falsos autónomos. Llegar a esta edad con los ídolos a flor de piel tras tanto camino recorrido evidencia de qué manera nos han marcado Los Secretos en cuatro décadas de canciones como facas de acero. No se asustarán ellos, ni tampoco ustedes, si les digo que me dio mucho qué pensar cuando a pocos metros de mí una chica murmuraba: "tengo la piel de gallina, estos temas son para ahorcarse o para hartarse de hacer el amor". No seré yo quien les diga a estas alturas para dónde tira la cabra.

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