Dijo lo que tenía que decir, y se adivinaba qué le habría gustado decir pero no podía hacerlo.

En contra de lo que exigía Podemos -cuyos portavoces Echenique y Asensio han tardado solo minutos en arremeter contra el Rey-, don Felipe no mencionó a su padre, aunque a él iba dirigida su frase más comentada, que los principios morales y éticos obligan por encima de cualquier otra consideración, incluidas las familiares. Y tampoco hubo una sola palabra que pudiera considerarse crítica al Gobierno, porque constitucionalmente el Jefe del Estado debe respaldar las iniciativas del gobierno y firmar sus leyes.

Sin embargo, al igual que la referencia a la ética y moral todo el mundo la relaciona con el comportamiento de don Juan Carlos, la descripción de los problemas de la España actual también se puede interpretar como la preocupación del Rey porque los muchos problemas que hoy asuelan la sociedad española no parecen tener respuesta activa, o al menos eficaz, en las medidas que promulga el Gobierno: las cifras de afectados por la pandemia, la situación agónica de distintos sectores, las dificultades de los jóvenes para encontrar empleo, o la descripción de las penurias de tantas familias españolas para salir adelante.

Es especialmente significativa, -y no hace falta explicar por qué- la defensa de la Constitución, "garantía de nuestro modo de entender la vida". Una Constitución, no hay que olvidarlo, que recoge la Monarquía parlamentaria como forma de Estado, y que para don Felipe es una garantía de "nuestro modo de entender la vida", "fundamento de nuestra convivencia social y política" y "un éxito para la democracia y la libertad".

Cualquier ciudadano del mundo se habría sorprendido de la defensa ultranza de la Constitución por parte de su Jefe de Estado, tanto en una monarquía como en una república. Se da por hecho el respeto y defensa de la Constitución. Que esa defensa forme parte de los discursos del Rey en los últimos tiempos indica sin duda su preocupación por los ataques que recibe la Carta Magna por parte de determinadas fuerzas política, más aún cuando forman parte del gobierno. La intensidad con que don Felipe se ha referido a la Constitución recuerda su mensaje institucional del 3 de octubre del 2017 tras el intento fallido del independentismo catalán de proclamar la independencia.

Sólo un "pero" al discurso navideño: las formas. Don Felipe es un Rey cercano, pisa la calle y se expresa con espontaneidad. Su equipo y también los profesionales de TVE ponen tanto empeño en que no se produzca el menor fallo que se echa de menos esa cercanía. El tono es encorsetado, y se le exige tanto mirar a cámara que parece que busca permanentemente la posición correcta.

No es un asunto menor. Lo mejor del Rey Felipe es cómo vive y siente los problemas de los españoles. Y esa manera de sentir falta en los mensajes navideños.

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