Álvaro Robles Belbel
Nueva escalada del IPC de nuestro país
Visto y Oído
Se le acumulan los hitos a Pasapalabra. No es ya noticia por sí mismo, es el paisaje de la costumbre del programa más rentable de toda la parrilla. El asunto no es ya el bote, que alcanza el máximo en España superando los 2,2 millones, ni sus dos concursantes que tienen ya casi más horas que Vicente Vallés en la pantalla. Orestes sale a diario desde octubre de 2021, atisbando ya las 400 tardes, y Rafa Castaño, el rival sevillano, sigue firme con camisa hawaiana o severo cuello vuelto, desde junio del año pasado. Acertar es para siempre se llama este culebrón. Los famosos son ellos. Los invitados conocidos cuando van ahora al programa se hacen fotos con ellos. Los famosos son los concursantes. Y los que hasta marcan el ritmo y los gags del espacio.
El asunto es ya el conjunto. El éxito del actual Pasapalabra, tan constante como para fijar a 3 millones de españoles, no es por nada en concreto sino por todo en general. A sus dos participantes, mal que les pese a todos los que aspiran a estar en esas sillas, se les sigue como a jugadores de fútbol, cuál es su estado de ánimo, qué les ha pasado, cómo encajan los fallos. El nivel del rosco crece con ellos y por ellos. En esta semana el de Sevilla ha encadenado 23 respuestas del tirón y en otra entrega ambos han quedado a un solo acierto, ambos al filo de la traca. Lo nunca visto aunque se vea todos los días.
Y en ese conjunto es decisiva la participación de Roberto Leal, conductor, amigo y confidente de todos los que pasan por el escaparate. Las deja botando, hace que todos se sientan a gusto casi sin querer, que es como se hacen estas cosas, y vive en primera fila la exhibición de los dos maestros. Si consiguen el bote es algo prodigioso. Y si no lo consiguen, todos se divierten por el camino. Se pueden poner pocas pegas.
En Telecinco tienen que lamentarse todos los días, con razón, de haberse metido en pleitos como Belén Esteban y haber dejado escapar esta mina de fidelidad.
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