Toros | Novillada con picadores

Ruiz Muñoz, Rocío Romero y Manolo Vázquez abren la puerta grande en Montoro

  • Los tres toreros se entienden con un buen encierro de Rocío de la Cámara y ofrecen una gran tarde de toros

Manolo Vázquez recibe con el capote al segundo de su lote en la plaza de toros de Montoro.

Manolo Vázquez recibe con el capote al segundo de su lote en la plaza de toros de Montoro. / S. Giménez

Volvían las novilladas picadas a una plaza de la provincia de Córdoba, concretamente a la de Montoro. Este tipo de festejos, aparte de necesarios, son fundamentales para el devenir futuro de la fiesta. Ellas suponen la oportunidad para que aquellos que sueñan con la gloria, tengan la ocasión de adquirir el oficio clave para verlo cumplido. Muchos quedarán en el camino, muy pocos serán los elegidos, pero las novilladas son la única válvula de escape para renovar la savia del toreo.

En el primero de la tarde, se gustó y gustó Ruiz Muñoz. Ya lo saludó con unos vistosos lances entre los que destacó alguna verónica y, sobre todo, la media de cierre. Tras un lucido quite a la verónica, brindis al publico para cuajar una faena, tal vez larga, en la que sobresalió el toreo con la diestra, desmayado y con aires de mucha naturalidad. Al natural lo intentó el sevillano, consiguiendo estimables muletazos que quedaron sin premio por su falta de tino a la hora de matar. 

A continuación, Rocío Romero mostró que llegaba dispuesta a todo. Una larga cambiada de rodillas fue el saludo a su primero. Con la muleta, la cordobesa se encontró con un novillo con clase, pero con muy poca fuerza. Pese a todo, Rocío le fue cogiendo el pulso y consiguió hilvanar una faena de mucho temple y con pasajes donde mostró aquellas formas que tanto impresionaron en sus inicios y que le valieron la primera oreja de la tarde.

Rocío Romero, en un momento de su faena al quinto. Rocío Romero, en un momento de su faena al quinto.

Rocío Romero, en un momento de su faena al quinto. / S. Giménez

En el tercero, primero de Manolo Vázquez, llegaron al ruedo montoreño los aromas del barrio hispalense de San Bernardo, no obstante este joven torero es el ultimo eslabón de tan prolífica saga. Ya con el capote se lució con pinturería y sabor, y con la muleta su toreo derrochó gracia y sevillanía. Los muletazos, por ambas manos, tuvieron personalidad y hondura. Las dos merecidas orejas le sirvieron, además, para dar una aclamada vuelta al ruedo.

Pasado el ecuador de la corrida, volvió Ruiz Muñoz en el cuarto a mostrar su particular visión del toreo. Cuajó con la pañosa una faena que gustó al respetable. Destacó en el toreo fundamental, estando a ratos relajado y repleto de naturalidad; y en otras, las menos, arrebatado y en novillero. Cerró el trasteo con el vistoso toreo accesorio que, en ocasiones, salvando las distancias, trajeron aromas de Curro Romero y le permitieron al sevillano cortar dos orejas.

Ruiz Muñoz da un pase con la muleta al primero de la tarde. Ruiz Muñoz da un pase con la muleta al primero de la tarde.

Ruiz Muñoz da un pase con la muleta al primero de la tarde. / S. Giménez

Rocío Romero tiene el don del temple. Ese que que no se aprende, pues se nace con él. Cuajó un trasteo bello. Muy bello. Los muletazos con ambas manos resultaron plenos, llenos de torería, llevando el novillo cosido a los vuelos de la muleta, como si de caricias en tarde de primavera se tratara. Culminó tan bella labor, que supo a poco, con una estocada caída que fue suficiente para firmar el pleno de triunfos.

Para cerrar la tarde, se estrelló la buena voluntad de Manolo Vázquez con el deslucido sexto, un novillo que se rajó y buscó los terrenos de tablas. Aún así, el matador sevillano sacó fruto, gracias a su tesón, y logró enganchar varios muletazos de buen trazo y buen gusto, estando muy por encima de su oponente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios