Toros

La novillada de la Feria Taurina de Córdoba deja dos fogonazos contra el tedio

Un momento de la faena de El Rafi. Un momento de la faena de El Rafi.

Un momento de la faena de El Rafi. / Miguel Ángel Salas

No hay cosa peor para un espectador que aburrirse durante la función por la que se ha interesado. En la tarde ayer, el tedio se apoderó, por momentos, de los tendidos. ¿Qué ocurrió? Pues poca cosa. Solo al final del festejo, cuando todo parecía quedar en la nada, un par de fogonazos alumbraron la tarde, pero no fueron lo suficientemente importantes para que el público saliera contento de la plaza de toros de Córdoba.Cuesta trabajo evaluar a los que empiezan en la difícil disciplina de la tauromaquia. Ser torero, ya es difícil, ser una figura máxima, es casi es una utopía.

¿Estuvieron mal los actuantes de ayer? La respuesta es no, pero lo cierto es que tampoco estuvieron bien. No cubrieron las expectativas que de ellos se esperaba. También es verdad que la novillada enviada por Fuente Ymbro no fue la más propicia para el lucimiento. Nadie es profeta en su tierra y Ricardo Gallardo tampoco iba a ser la excepción.

En líneas generales, los animales lidiados tuvieron calidad en sus embestidas, pero les faltó ese empuje y codicia en el último tercio para ser ese animal completo que se busca para el toreo moderno.

Algunos de ellos resultaron muy anárquicos en sus embestidas. Unas veces tomaban los engaños con buen aire y acudían hasta donde se les mandaba, para al siguiente muletazo quedarse cortos o defenderse dando feos cabezazos que hacían que los espadas no estuvieran todo lo confiados debieran ante tanta desigualdad.

Lagartijo ha cuajado en un torero más maduro, con el oficio muy bien aprendido, con recursos y, como siempre, valiente a carta cabal. ¿Estuvo mal Lagartijo? No. Incluso no sería temerario decir que estuvo bien, solvente y muy por encima de sus oponentes.

En su primero, al que recibió muy compuesto con el capote, le cuajó un trasteo interesante. Tal vez no por la estética ni la plástica, pero sí por el tesón hasta lograr imponerse a un animal que desde primera hora quiso buscar el abrigo de las tablas y que Lagartijo supo corregir para construir una faena que tuvo pasajes destacados, sobre todo con el toreo al natural. Mal con la espada, lo que le privó de cortar algún trofeo.

Lagartijo durante la lidia de uno de los de su lote. Lagartijo durante la lidia de uno de los de su lote.

Lagartijo durante la lidia de uno de los de su lote. / Miguel Ángel Salas

En su segundo, que pronto evidenció su falta de codicia, volvió a brillar con su toreo de entrega, en una faena que brindó a Finito de Córdoba. Volvió a estar valiente. Tal vez alargó en exceso el trasteo, cosa que se le censuró desde el tendido, pero no se le puede reprochar nada. Un pinchazo previo a una estocada fulminante fue la causa de que de nuevo no obtuviese ningún trofeo.

Se despedía El Rafi como novillero en Córdoba. Tomará la alternativa en fechas próximas. Cortó una oreja en su segundo por una labor en la que primó la cantidad sobre la calidad. Inició su faena de rodillas y estuvo a punto de sufrir un percance. Tras el susto, construyó una faena larga, en la que hubo de todo.

Alternó, entre tanto pase, cosas buenas, menos buenas e incluso malas. No fue una faena compacta y tuvo muchos altibajos. El Rafi tiene el toreo bien aprendido. Posee buen concepto. Ahora le espera el toro. Que tenga suerte como matador.

Tomás Rufo es un torero de un magnífico corte. Su concepto tiene las reminiscencias del toreo de siempre. También cuando se arrebata demuestra un valor seco. Su tauromaquia está basada en el buen gusto. Compone bien la figura y expresa al torear. Pasó de puntillas en su primero.

Tomás Rufo pasea una oreja. Tomás Rufo pasea una oreja.

Tomás Rufo pasea una oreja. / Miguel Ángel Salas

En el sexto, hilvanó una labor de menos a más, tanto que las dos últimas tandas al natural fueron lo más estético y torero de la tarde. Fue una faena a la que le costó arrancar, pero poco a poco fue amoldando las embestidas del novillo para culminar una obra que, si bien no tuvo rotundidad, sí gozo de una expresión que tras una estocada le sirvió para cortar una oreja en una tarde que, tras seis años de espera, devolvió al Coso de Los Califas de Córdoba una novillada picada.

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