Miren Iza de Tulsa: "El ritmo frenético colectivo que llevamos es incompatible con la vida"
Entrevista
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Miren Iza aterrizará en las Noches eclécticas de Viana este 19 de septiembre ofreciendo un viaje por sus letras más introspectivas, una oportunidad para sentir a todo volumen la autenticidad de Tulsa.
Pregunta.Sus letras hablan tanto de sentimientos como de temas sociales, ¿escribe desde la necesidad de hacer entender al oyente, de cambiarlo, de transformarlo? ¿Desde dónde se escriben esas letras?
Respuesta.Son como preguntas que me hago yo, y las pongo en canciones. Tampoco tengo el afán de responderlas, pero sí de generar nuevas. Suena muy manido, pero realmente es así, se me genera un conflicto y lo que me sale es intentar comprenderlo en una canción o liberar su peso, más bien.
P.Entonces, ¿existe alguna canción suya que no hubiera escrito a día de hoy?
R.Claro, sí. Envejecen muy rápido los poemas y las canciones. O sea, es extraño cuando vuelves a algo muy antiguo y lejano, no te sientes muy reflejada. Y dices, creo que lo hubiera escrito de otra manera. Aunque yo lo contemplo con bastante indulgencia, el primer disco me hace risa ya, estoy tan separada de aquello que me da ternura.
P.Ahora que habla de los tiempos, en una industria donde dicen que todo es tan efímero, ¿cómo se trabaja un disco y este tipo de letras?
R.Porque aunque haya una sensación de ritmo frenético colectivo, es indudable que cada cual tiene su espacio de lentitud. Ese ritmo es incompatible con la vida. Por mucho que digamos que todo va muy rápido, en realidad todos sabemos que tenemos nuestros espacios íntimos con otros ritmos. A la hora de hacer cosas creativas, es imprescindible, a mí no me resulta difícil, al revés, casi me resulta más placentero, porque es mayor el contraste: afuera hay un ritmo vertiginoso, y tú dices sólo tengo que estar aquí en una habitación sin estímulos y mi único objetivo es dedicarme a esta canción. A mí me hace inmensamente feliz. Se ha convertido en una especie de excusa para aislarme.
P.Con estos ritmos frenéticos, ¿piensa que los usuarios se dan la oportunidad de escuchar nuevos géneros, o caen en etiquetar demasiado la música?
R.Somos así. Eso es una cosa que en un grado nos ayuda a comunicarnos y a colocar el conocimiento. Lo de abrirse a nuevos géneros... yo creo que no somos todos iguales, pero hay gente que se siente más tranquila y menos angustiada no conociendo nuevos géneros. Y hay gente que al revés, que necesita saber que no ha cerrado el grifo y hay muchos mundos por explorar. Yo, personalmente, estoy en el segundo grupo, porque me producen curiosidad todos los cambios, es una sensación de jugar. Todo el tsunami que hemos vivido con la música urbana, por ejemplo, me ha fascinado, lo celebro mucho.
P.Ahora que habla de esos mundos, ¿cómo se hace para tejer en una canción de unos minutos tantos temas y reflexiones?¿Cómo se trabaja a nivel interno y cómo se extrapola a un concierto?
R.El mundo de la canción y la poesía es muy misterioso. No sabes muy bien el canal que estás abriendo. En el disco Amadora, que es el primer disco conceptual totalmente que hago en mi vida, hay un deseo deliberado de explorar un asunto, del dolor de las mujeres, qué les pasa a ellas, sobre todo en la generación de mi madre que se quedaron en un ámbito doméstico y preguntarte qué pasaba con sus sueños, libertades... Y lo bonito de la poesía es que es como ir a oscuras. Tienes que dejarte llevar por algo y que vengan las palabras para intentar canalizar esa idea que quieres investigar. La canción de por sí en un concierto es lo más fácil, es tan poderosa que una persona con una guitarra es la escena en sí misma.
P.Hablando de Amadora, ¿piensa que existen muchos tabúes a la hora de escribir letras?
R.En la música pop hay mucho miedo a meter algunos conceptos. No sé si son tabúes o es que no generan interés ni para el creador ni para el oyente. Es decisión del creador, pero también del público. El lenguaje del pop, lo más mainstream, es una cosa normalmente muy restringida. Que nos gusta también la tranquilidad, que sea un ritmo cuaternario, muy sencillo y que no compliquen mucho la cabeza. A veces, resultan canciones que son pegadizas, que cumplen su función de soniquete de fondo. Pero del pop lo que me interesa es que se puede ensanchar mucho y que utilizando su código podemos plantear cosas graves que también se han hecho.
P.¿Siente que los oyentes le dan un significado distinto a las letras?
R.Eso me encanta. Antes era muy reticente a explicar las canciones y, por no romper esto, creo que la canción es de cada oyente. Que yo la explique rompe la historia de amor que tienen con la canción. Ahora, con Amadora lo estoy explicando todo muchísimo.
P.Por ejemplo, en No quiero hacer historia, ¿puede hacer reflexionar en la elección de los ídolos o el contenido?
R.Fíjate que me parece interesante. No está abordado, pero entiendo que lo pienses. Había una especie de juego, que es un golpe en la mesa de que ahora todo el mundo quiere hacer historia. La era contemporánea es la era de la fama, todo el mundo puede ser famoso.
P.¿Cree que sigue habiendo espacio para la autenticidad en la música?
R.Cada vez más. Porque creo que cuando se estrechan los caminos hay una especie de tendencia de que todo debe ser igual, muy en serie, muy homogénea, estamos en una era donde el éxito es muy importante, los seguidores... Cuando era una adolescente era al revés. En los 90 el éxito estaba mal visto. Cuando alguien era muy popular era como descrédito. Lo de nuestra generación estamos vacunados gracias a esto, y los más jóvenes sufren muchos más por los seguidores y los oyentes. Todos intentan buscan la fórmula para tener ese éxito. ¿Qué se logra? Que se repita una misma cosa, por lo que hay espacio para la autenticidad más que nunca. Si todo el mundo va hacia un lado, el resto está desocupado.
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