Lucky Peterson | Crítica

El guitarrista de Hamelin

Un momento de la actuación de Lucky Peterson con su Hammond B3.

Un momento de la actuación de Lucky Peterson con su Hammond B3. / Laura Martín

Lucky Peterson es uno de los artistas más fascinantes de la era del blues moderno, como demostró ganándose al respetable con las notas no sólo sacadas a su guitarra, sino también a su órgano Hammond B3, en su paso por el 39 Festival de la Guitarra de Córdoba, en el que también ha celebrado su medio siglo de carrera musical. Nacido en 1964, el gran Willie Dixon produjo el primer disco de Lucky Peterson cuando éste sólo tenía cinco años de edad –en 1969–.

En la celebración de esa efemérides en Córdoba, Lucky Peterson –rico en raíces, pero que actúa en el presente– ha vuelto a demostrar que es un guitarrista principal increíble, un organista rico y poderoso y un vocalista de primera clase, con una musicalidad que se traduce sin esfuerzo en el gospel, el rock y el jazz en un blues del siglo XXI que acaba siendo delicatessen para paladares exquisitos, de esos que gustan de la buena música, aunque no llene sus conciertos. Es lo que tiene la música de pata negra, que no todo el mundo la sabe saborear.

No era la primera vez que seducía con su atrayente magia en forma de música al público cordobés. En la Axerquía, más de uno y una recordó aquella otra edición del Festival de la Guitarra de hace ya algunos años en la que el bueno de Lucky actuaba en el Alcázar de los Reyes Cristianos y, cual guitarrista de Hamelin, se bajó del escenario mientras interpretaba uno de sus temas con su Gibson inalámbrica, se salió del recinto continuando con la interpretación, y se llevó tras él a una legión de seguidores que entonces sí que llenaron el recinto, convirtiendo la Ribera en una fiesta del blues.

Lo volvió a hacer, aunque no abandonando en esta ocasión Gibson en mano la Axerquía con la legión seducida de fieles bluseros detrás. Simplemente se bajó del escenario y continuó con su interpretación sentado en una de las sillas de las primeras filas mientras que cientos de móviles agolpados junto a él inmortalizaban el momento, bien en foto, bien en vídeo.

Anécdotas aparte. El concierto de Lucky Peterson y su banda, The Organization, dio a conocer en Córdoba a un gran guitarrista, muy correcto y con mucho estilo, el señor Shawn Kellerman. Un concierto del que quizás se acabó esperando algo más después de que tras versionear el Johnny B. Good de Chuck Berry pusieran punto y final sin bises.

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