Iván Ferreiro | Crítica

Demasiado ruido en casa

Un momento de la actuación de Iván Ferreiro en la Axerquía

Un momento de la actuación de Iván Ferreiro en la Axerquía / Laura Martín

Siempre me costó escuchar a Los Planetas. Vaya por delante que la música de los de Granada más allá de lo que tildan como indie, no tienen nada que ver con la música que hace Iván Ferreiro y la que hacía con Los Piratas. Insisto, siempre me costó escuchar a Los Planetas porque en muchas de las canciones de los granadinos –sobre todo en las de los primeros discos– a Jota, su vocalista, apenas se le entienden las estrofas que canta. Está bien, cada uno tiene su estilo, respetable por supuesto.

Pues bien, vaya también por delante que tanto Iván Ferreiro como sus Piratas sí son santo de mi devoción –tanto que sus discos forman parte de mi discoteca–, pero...en la Axerquía hubo momentos en los que creí que en vez de al gallego –uno de los músicos y compositores con más talento del panorama nacional– estaba escuchando a los reyes nazarís del rock alternativo.

Iván Ferreiro pasó por Córdoba para presentar, según sus propias palabras, su mejor repertorio “elevado a su máximo exponente de interpretación, emoción y amistad”. Hizo del Teatro de la Axerquía su Casa –que así se llama su penúltimo disco y también la gira–; nos invitó a entrar, nos dio la bienvenida..., pero no pudo controlar que en esa su casa hubiera por momentos tanto ruido de fondo.

Una música que salía descontrolada de los altavoces convirtiendo su ¿indie? en una especie de ruidoso heavy metal y ahogando su voz, tanto que en algunos de sus temas apenas se le entendían las estrofas. Había que ser muy fan –por eso de que el muy fan se sabe las letras– para conocer los mensajes de esas canciones del bueno de Iván, que por otra parte, al César lo que es del César, sí que puso toda la carne en el asador desde el minuto uno del recital para elevar a su máximo exponente la interpretación de todo su repertorio.

El Acontecimiento, Tupolev, El Viaje de Chihiro, Pájaro azul o Ciudadano A sonaron víctima de los decibelios como si fueran versiones de punk algo light o de garage suave, restándole mérito a esa grandísima banda que arropa al gallego y que, como él, cada uno de sus componentes se dejó la vida sobre el escenario, pero...un mal sonido amante del ruido –no producido por los músicos– es como esa errata que se cuela en un texto periodístico y que te acaba estropeando cualquier reportaje o crónica.

Afortunadamente, hubo canciones a las que ese mal sonido amante del ruido no dañó, como la mítica Años 80, ese himno de Los Piratas con el que Iván hizo vibrar a la Axerquía. Lástima que ese sonido más cañero de la cuenta demostrara que el equilibrio entre un buen repertorio, una buena interpretación y unos buenos músicos a veces es imposible.

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