La exposición 'Fernando Botero. Sensualidad y melancolía' llega a Córdoba
Arte
La muestra puede visitarse hasta el 20 de julio en la sede de la Exposición Cajasol
"Fernando Botero fue una persona muy vitalista hasta sus últimos días", cuenta la comisaria
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Córdoba/Si algo enseña la historia del arte es que los maestros siempre tienen en común su capacidad de beber de las fuentes del pasado. Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932 - Mónaco,2023) conocía la obra de los grandes creadores y, en lugar de interpretarlos, los hizo suyos, pero con su particular punto de vista. “El problema de la pintura no es crear distintos temas, sino hacer lo mismo que han hecho todos, pero en forma diferente. El mismo hombre o la misma mujer, el mismo caballo, el mismo árbol, la misma naturaleza muerta, pero vistos con otro sentimiento, con otros ojos”, afirmaba.
“Esos ojos, esa personalidad, son las que nos atrapan y nos llevan a afirmar, sin ninguna duda, que estamos ante las creaciones de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo”, anima a descubrir Marisa Oropesa, comisaria de la exposición Fernando Botero. Sensualidad y melancolía, que puede visitarse hasta el 20 de julio en la sede de la Fundación Cajasol de Córdoba (avenida Ronda de los Tejares, 32).
La retrospectiva ofrece un recorrido por varias décadas de su producción artística, un recorrido que revela la coherencia y evolución del universo creativo de Botero, que empezó a construir al inicio de su trayectoria artística, alejándose de corrientes estilísticas imperantes en su momento como el action painting o el informalismo y decantándose por la figuración.
“Quien visite esta exposición, podrá deleitarse con el uso de los colores y del volumen que el maestro Botero dominaba”, dice la comisaria. Su universo esconde un halo de melancolía que pareciera estar guiado por Saturno a la vez que la sensualidad se apodera de las formas volumétricas que empleaba. Unas formas que se pueden apreciar tanto en las pinturas como en sus dibujos y acuarelas. Y, por supuesto, no faltan sus icónicas esculturas donde su volumen característico alcanza una mayor fuerza gracias a la tridimensionalidad de las mismas.
En la muestra se comprueba cómo en todas sus creaciones existen temáticas recurrentes que le acompañan desde los años 70 hasta sus últimos trabajos como los iconos cristianos, los desnudos o las naturalezas muertas, que demuestran que Fernando Botero era capaz de abordar, al mismo tiempo, los grandes temas de la historia del arte y la vida cotidiana, siempre realizando sus propias interpretaciones. Son principalmente contenidos que llevan a sus raíces colombianas, donde las relaciones humanas, la música y el baile están presentes.
“Fue una persona muy vitalista hasta sus últimos días”, cuenta Oropesa. De esa energía dan testimonio sus cuadros y dibujos, en los que mujeres “empoderadas” y hombres juegan a las cartas, toman las manzanas del árbol sin miedo a ser desterrados del paraíso.
Otro de los espacios se dedica a uno de los géneros que cultivó el colombiano, la naturaleza muerta, en la que se percibe la influencia de Velázquez, Sánchez Cotán y Pacheco. En otro de los apartados, Botero sale al exterior y rinde un homenaje a Courbet en el campo, un maestro pionero en su manera de plasmar la naturaleza. “Un paisaje pintado”, opina el artista, “es siempre más hermoso que uno real, porque hay más allí. Todo es más sensual, y uno se refugia en su belleza. Y el hombre necesita expresión espiritual y alimento. Es por eso que incluso en la era prehistórica las personas dibujaban imágenes de bisontes en las paredes de las cuevas”.
A unos metros de su retrato de Courbet el espectador se encuentra con una Santa Rosalía que se plantea como un guiño a Zurbarán, uno de los clásicos por los que Botero siente devoción desde los años 50, cuando estudia en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y asiste como copista al Museo del Prado y admira las obras de Velázquez y Goya.
La muestra puede visitarse hasta el 20 de julio, de lunes a sábados, de 11:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00. La entrada es libre hasta completar el aforo.
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