Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Entre 50 artistas de 21 nacionalidades no era de extrañar que en Kurios-Gabinete de curiosidades hubiera intérpretes nacionales. En la 35ª producción del Circo del Sol, que ahora mismo está en La Haya (Holanda) se han colado dos: David García Coll y Bruno Esteban Pitarch. El primero, se mete en la piel del protagonista. Su personaje no es otro que el Científico que da sentido y cohesión a la historia. El que busca dentro de su laboratorio ese mundo oculto en el que no existen los imposibles. En cuanto a Esteban, es guitarrista y banjista del espectáculo. Junto con los seis músicos restantes atraviesa las exquisitas partituras de la obra. Del jazz al twist pasando por ciertos sones flamencos. Todo es posible –también– en la música.
La obra, indica el protagonista, “es una puerta abierta a creer que todo es posible” y hace hincapié en que su personaje sueña con un mundo “en el que todas las ideas son realizables”. Lo compara con la irrupción de la inteligencia artificial: “Si alguien hubiera hablado de ella hace 30 años, lo habrían tomado por loco”.
Además, el alicantino hace gala de que el espectáculo fue pionero en llevar a cabo muchos números como el de acronet, en el que varios acróbatas se sirven de una red de grandes dimensiones para hacer piruetas y alcanzar los 14 metros de altura.
Este ensayo y error que sirvió para poner en pie algunos de los números más impactantes, también puede aplicarse a la música. A cargo de Bob & Bill y de Raphael Bëau, Esteban valora “la libertad” que el coloso nómada les ofrece para incluir sus propias interpretaciones y arreglos. El guitarrista pone como ejemplo que uno de los números –el del dúo de cuna– tiene ciertos rasgos flamencos desde que él llegó a la compañía. “Buscaban un sonido cíngaro que sonara a esa onda gitana europea y aceptaron mis ideas”, recuerda.
Ambos coinciden en que han creado una gran familia en la que las tradiciones de los compañeros son bienvenidas. “Te ayudan y antes de que pienses algo ya tienes una propuesta por parte de la empresa” en cuanto a la educación de sus hijos –Bruno tiene un hijo de 9 años– u otras cuestiones familiares. Están hechos a la vida nómada y al revés. Han creado una Torre de Babel ambulante en la que cualquiera es bienvenido.
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