La culpa. Crítica de Teatro

Cuestión de principios

La Culpa.

La Culpa. / Jordi Vidal

La masacre perpetrada por un paciente unido a la presión mediática, profesional y familiar que sufre por no testificar en su defensa el psiquiatra que lo trataba se convierten en el hilo conductor donde Mamet tejerá la trama que pone sobre la palestra el significado de la lealtad y cómo se desvirtúa conforme a los intereses propios.

En este inquietante y peligroso juego los personajes mantendrán una partida en la que al final y de manera trágica revelarán sus cartas, cuando solo queda hueco para el remordimiento.

Si Mamet de nuevo ha confiado en TALYCUAL es precisamente porque sabe que no iban a escatimar en esfuerzos técnicos, humanos y artísticos para su puesta de largo en castellano. 

Curt Allen Wilmer emplea con esmero su sexto sentido para visionar el espacio creando una escenografía tan impresionante como funcional. Sobre la caja magníficamente iluminada, la gran versión de Bernabé Rico toma forma de la mano siempre hábil e intuitiva de Juan Carlos Rubio a la hora de dirigir el cuarteto de artistas que precisa la acción. El trío magnífico conformado por Ana Fernández, Magüi Mira y Miguel Hermoso aporta el nivel interpretativo preciso en cada uno de sus duelos con Pepón Nieto, presente en todos los diálogos de la obra y que junto a sus compañeros de escena no defrauda en momento alguno.

En esta sociedad cada vez más condicionada a poderes fácticos los juicios paralelos se convierten en pan de cada día. David Mamet nos invita a reflexionar sobre ello con un juego en el que además de jueces podemos también ser cómplices del delito. Es ahí donde los términos Código deontológico o secreto profesional sirven para esconder la realidad en lugar de esclarecer los hechos y conocer la verdad. Cosas que tiene la justicia.

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