Ni la situación tan adversa que atravesamos frenó al público de la ciudad para acudir el pasado sábado al Teatro Góngora en un horario casi propio de la obra que iba a representarse si estuviéramos en un corral de comedias y fuera el siglo XVII. Teatro Par subió a las tablas con El Caballero de Olmedo.
Lope de Vega nos presenta un drama basado en el romancero, de corte amoroso con pinceladas cómicas: Caballero (de Olmedo) visita la vecina Medina y se enamora de dama pretendida por otro. Con ayuda de su pícaro sirviente y una alcahueta consigue la atención de la muchacha y el pretendiente que recibe calabazas, junto con otros compinches, se venga despachando al forastero y dejándolo moribundo en un camino. El fatal suceso queda al final reparado, aunque a medias: el rey condena a los asesinos y la doncella recibe los hábitos de monja.
Para representar esta obra sencilla de argumento, pero compleja en factura, la Compañía de Teatro Clásico de Córdoba se emplea a fondo con el mejor material que dispone. Su trayectoria y el amplio repertorio de producciones que ostenta facilita que el equipo artístico bajo la dirección del maestro Antonio Barrios aborde la obra con garantía y solvencia.
Los arreglos musicales de Miguel Linares para la canción que habla del protagonista abre el telón de un espectáculo elegante y cuidadoso en detalles. Sobre la escena fija, todo el elenco interpreta impecablemente el verso y la acción que lo acompaña.
Todos brillan en sus intervenciones, destacando Álvaro Barrios y Elena Morena en sus roles de enamorados, Antonio Navarro como pretendiente despechado y Enrique Garcés y Ana Rísquez que, con sus respectivos papeles de criado y alcahueta, son los que aportan el toque humorístico que alivia la tensión dramática. Junto al resto de componentes recibieron el largo y caluroso aplauso del respetable al acabar la función.
Que de noche le mataron / al Caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo.
Mientras el resto de los mortales necesitamos rebuscar entre libros, artículos y testimonios, al bueno de Don Félix Lope de Vega y Carpio le bastaron cuatro frases de una coplilla para montar una historia de tres actos como El Caballero de Olmedo. Si a ello unimos (entre ensayos, rimas y obras de teatro) la friolera de 3.000 creaciones que se le atribuyen, unido a la extensa, tórrida y prolífica vida personal que tuvo, no es de extrañar que lo apodaran Fénix de los ingenios o Monstruo de la Naturaleza. Casi ná.
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