La comedia vertical
Universal edita próximamente y en una edición especial doble 'Hazme reír', el tercer largometraje de Judd Apatow

Un complejo exhibicionismo y un denso poso de amargura caracterizan a Funny people, el tercer largometraje como director de Judd Apatow, quien, cada vez más fuerte dentro de la industria hollywoodiense, demuestra su poderío en un filme excesivo y autorreflexivo que no sea abre con la llaneza y explicitud habituales al público objetivo de comedias: éste ha sido aquí orillado, pues Apatow habla en Funny people a sus compinches de décadas (esos actores-autores que han llevado el timón cómico durante ese tiempo) y, claro, a la extraña y mutante raza cinéfila, ésa que no ve películas, sino eslabones de universos creativos, ésa que no ve actores, sino cuerpos que envejecen y se hinchan mientras acumulan la memoria del querido cine.
Cuando había dirigido con anterioridad -en Virgen a los 40 (2005) y Lío embarazoso (2007)-, Apatow nunca reparaba en gastos, y las películas eran desproporcionadas, con metrajes imposibles en los que la escatología y el sentimentalismo se sucedían sin mucho orden ni concierto antes de ser cerrados por happy ends bienpensantes que no hacían sin embargo olvidar las burradas (y, a veces, transgresoras verdades) vertidas. Y no es que en Funny people no exista parecido y paradójico dispendio, pero aquí, a falta de valores de puesta en escena que singularicen un estilo, se intercala un material en primera persona que, como todo vídeo casero que se precie, exhibe en su materialidad la marca de un intolerable plus de vida que supera la verosimilitud, atenta contra los límites de la ficción, y ensancha el alcance de la propuesta. Nunca pensamos, la verdad, en ese subterfugio autoral -desoímos muchas veces los pioneros consejos del querido amigo Manuel Lombardo, quien, convertido al apatowismo desde primera hora, nos apremiaba a darle una mayor importancia a su cine-, quizá aún ciegos por la caduca política de los autores en su versión ortodoxa y europeísta, en ese roce documental con el que Apatow ha sabido buscar un punto de fuga vertical a sus comedias horizontales haciendo de Funny people, entre otras cosas, una home movie testamentaria y triste sobre las bambalinas de los espectáculos cómicos (del stand-up al cine o al plató televisivo), una cara B llena de egoísmo, envidia y monotonía en la que chistes y esperanzas suelen sucumbir a la amargura.
Evidentemente, no es Apatow el primero que explora la tristeza del payaso o el mal carácter del contador de chistes, tampoco el humor que desprenden las personas desagradables (en este sentido, bueno es recuperar la obra de W.C. Fields, en especial su última herencia, Never give a sucker an even break, 1941, otro filme sobre un funny person con pasión por el whisky y sin lugar en Hollywood), lo que conmueve es que lo haga partiendo de su intimidad, con su mujer y sus hijas, naciendo todo de esa grabación casera en la que un jovencísimo Sandler gastaba bromas telefónicas sin conocer lo que el futuro le depararía. Como dijera Chris Marker, uno nunca sabe lo que filma, y Apatow tampoco lo sabría cuando registró a su colega haciendo el cafre. Pasado el tiempo le ha servido, cosas de esta práctica embalsamadora y frankensteiniana, para añadir otro superávit a la superabundacia propia de sus comedias, el de las imágenes inconsumibles, repletas de vida, hechas para ver una y otra vez.
Director Judd Apatow. Con Adam Sandler, Seth Rogen, Leslie Mann, Eric Bana, Jonah Hill, Jason Schwartzman. Universal.
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