Rodríguez Luna, 100 años
Hoy se cumple el centenario del nacimiento del pintor montoreño, que pasó parte de su vida en el exilio y supo introducir el mensaje social en el arte de vanguardia
Entre los campos de Montoro y los laberintos de Manhattan se dibuja la trayectoria vital de Antonio Rodríguez Luna, pintor del exilio, artista de combate que nació en la localidad cordobesa hace hoy 100 años. Rascó el ultraísmo y el constructivismo, hizo un surrealismo lleno de símbolos y se preocupó por conciliar la vanguardia con los contenidos sociales. Murió en 1985.
El taller del pintor Juan Lafita, en Sevilla, fue el escenario de sus primeras pinceladas. Eran años de acometida de la vanguardia pero el peso del tradicionalismo seguía siendo grande en los ambientes artísticos. Rodríguez Luna se trasladó a Madrid a finales de los años 20 para dar clases con Julio Romero de Torres. Es la época en la que están registradas sus primeras exposiciones, algunas de ellas junto a artistas como Maruja Mallo o José Moreno Villa. El Museo de Arte Moderno de Madrid acogió en 1933 su primera exhibición individual. Poco después se integra en el Grupo de Arte Constructivo, que perseguía una mayor proyección social del arte emergente, y en la revista Octubre. Su obra también estuvo presente en la I Exposición de Arte Revolucionario en el Ateneo de Madrid.
Llegaron la guerra y el largo exilio, hasta 1976. En 1937 publicó el álbum Dieciséis dibujos de guerra y en 1939 huyó de España. El destino fue México, previo paso por los campos de concentración franceses de Argelès-sur-mer.
Su vida y su arte cambiaron. El desgarro y la melancolía se convierten en rasgos predominantes en su producción pictórica. Una pulsión expresionista se adueña de su pincel, que fue indagando en los cauces de la abstracción. Entre los años 1941 y 1943 estuvo becado por la Fundación Guggenheim de Nueva York y posteriormente fue nombrado profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas San Carlos de México. También ilustró varios libros de exiliados como Morir por cerrar los ojos de Max Aub. En 1959, el Instituto Nacional de Bellas Artes mexicano organizó una exposición retrospectiva de sus obras, a la que siguieron otras en este país y Estados Unidos.
La galería madrileña Juana Mordó le dedicó en 1976 su primera exposición tras regresar del exilio. Tres años antes de su muerte, Montoro inauguró, en la ermita de San Jacinto, un museo con su nombre. Su localidad natal lo nombró también Hijo Predilecto, le ofrendó una calle y le otorgó la Medalla de Oro de la Ciudad.
En los últimos años, diversas exposiciones colectivas han incorporado obras de Antonio Rodríguez Luna, entre ellas Después de la alambrada (2009), centrada en el arte español del exilio, y Cuatro cordobeses en vanguardia (2000). La Diputación de Córdoba organizó hace cuatro años una muestra monográfica en el Palacio de la Merced que intentó ofrecer renovadas perspectivas sobre su obra a través de una selección de dibujos, grabados y óleos de todos sus periodos creativos.
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