Clásico. José Barrios |Crítica

Repertorio clásico envuelto en flamenco

Sara Corea canta a José Barrios, el pasado sábado.

Sara Corea canta a José Barrios, el pasado sábado. / Juan Ayala

Satisfacción la del pasado sábado con la actuación del bailaor cordobés José Barrios en el Teatro Góngora para traernos el programa Clásico, un montaje rodeado de eclécticos artistas flamencos aportando brillantes voces y sus pertinentes instrumentos.

Lo cual, para el mejor desarrollo de la composición, recurrió como fuente de inspiración a Mozart, Caracol, Lorca, Piazzola, Romero de Torres e incluso a Gene Kelly, dando el fruto del siempre esperado baile del que no me apeo señalar como explosivo torbellino Barrios, sorprendiendo –siempre lo hace– intentando poner el listón más alto, ya con vibrantes zapateados, punta y tacón, mudanzas, desplantes y al respetable que asistía dispuesto en su butaca para jalearlo.

Y, como con Reditum hace dos años en este mismo foro de Córdoba, pletórico y comunicativo el coreógrafo y bailaor desplegó su afán por epatar.

Así, ingenió a través de una suerte de palos del flamenco, sobre todo bulerías, para traducirnos a los clásicos de siempre desde los foros vieneses hasta hollywoodenses, pasando por los cafés cantantes, y que la unión quedase a la medida de la importancia que esas concepciones del universo musical, tan veneradas cada una en su espacio, no sufriesen por la relación que el apasionamiento de José Barrios quiso poner en juego, reconociendo él mismo que su atrevimiento no es otra cosa que la admiración con la que trata de homenajearlas.

Lo que llevó a efecto eligiendo piezas de consideración de autores reconocidos por sus reluctantes obras. Y allí trasladó al flamenco con muchas bulerías, ya por soleá, soleá apolá, así fandangos de Pastora y Caracol, cantiñas y bulerías de Cádiz, saeta, tangos, fandangos de Huelva, resueltas y originales sevillanas, Los cuatro muleros lorquianos por bulerías, para poner el colofón con el tema principal de Cantando bajo la lluvia. Estirándose artísticamente en los movimientos flamencos de más ritmo, plasmados con los potentes recursos físicos que al cordobés le sobran y que sumó al Festival de los Patios.

Se entregó con estos temas, consiguiendo captar la atención por lo novedoso de la idea, sin aburrir y poniendo en juego su anatomía, sobre todo de pies, aunque tal vez con momentos acelerados que domeñados podrían sostener el equilibrio estético y un recuperar el resuello a quienes estamos pendientes de él. Barrios consigue explicar la tragedia del drama, como el vitalismo y alegría de lo festero, lo que a la gente impulsa a prorrumpir en aplausos con vehemente impulso.

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